“Una flor que flotaba en la llama, bailaba y sobresalía del fuego. Era de un rojo intenso”, contó Ana Barreto, quien el pasado 28 de agosto tuvo una experiencia única e incomparable en su vida.

Recuerda que ese día ella se encontraba orando, como siempre lo hace, en el tiempo que tiene, entre sus labores, y al encender la vela sus ojos se quedaron atrapados en la llama.

“El Señor acarició mi alma”, contó llena de emoción mientras unas lágrimas caían por sus mejillas, al igual que sus hermanos de la iglesia Virgen del Rosario del barrio Marista, de Coronel Oviedo, está convencida de que fue una manifestación divina.

Un día antes de la experiencia vivida, Ana se sintió mal y sus hermanos de la iglesia fueron a visitarla y le trajeron la imagen de Jesús Misericordioso. Ese viernes a la noche estaba terminando de hacer un rosario y después se puso a orar de rodillas y cuando levantó la mirada vio con asombro cómo la vela bailaba.

Esta magnífica experiencia, para Ana tiene un sentido más profundo y significativo porque pinta cuadros y la aparición fue como una pintura flotante de su color preferido.

“A mí me llenó de paz y esto es solo una sacudida más para mi fe. Estuve así por 4 horas y tuve que apagar la vela y ahí la flor cayó como un pétalo negro”, dijo.

La docente es una mujer católica que siempre se dedicó a orarle a Jesús y señaló que esto le sirvió para fortalecer su fe, de que Cristo está vivo y que con esto podrá dar su testimonio.

Muy espiritual

Ana Barreto contó que siempre asistió a retiros espirituales y sintió la presencia del Señor, pero nunca fue algo de esta naturaleza. “Es la primera vez que siento algo tan palpable porque en los retiros, siempre se siente la presencia de Dios, pero esto es algo diferente. Es algo que no voy a olvidar nunca y estoy segura que es una manifestación divina”, señaló.

Quiso guardarlo como un secreto

“Toda mi vida fui muy creyente, pero no tengo santos en mi casa porque siempre digo que le llevo a Jesús en mi corazón, pero con la imagen de Jesús Misericordioso se manifestó el Señor ante mí para dar mi testimonio de fe a los demás”, dijo Ana.

Siempre ora en comunidad y pertenece al grupo de oración de la Santísima Trinidad donde con sus hermanos de la iglesia compartió su experiencia. En un principio solo quiso guardarlo como un secreto suyo, pero ahora quiere compartirlo y seguir dedicando su tiempo de oración a Jesús. “Trato siempre de vivir en oración y pido a Dios que todos puedan sentir la llama del amor del Señor en la intimidad de sus corazones”, dijo.