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Trasplantada lleva ya una vida normal

Trasplantada lleva ya una vida normal

“Lo único que le duele es no poder comer la tortilla y el reviro” contó la abuela.

La niña Liz Ávalos, en setiembre del 2012, recibió un trasplante de corazón en el Hospital Pediátrico Acosta Ñu, convirtiéndose en la primera trasplantada en un hospital público.Actualmente lleva una vida totalmente normal como cualquier niño de su edad. Juega, corre e incluso tiene muy buenas calificaciones en los estudios. Este año cursará el cuarto grado en la escuela “José Félix Estigarribia” contó su abuela-mamá doña Rufina Sosa.

“Después de su operación, lo único que le duele es no poder comer la tortilla y el reviro, suspira cuando huele que algún vecino está fritando tortilla, porque ella de por vida tiene prohibido comer fritura” dice la abuela quien está al cuidado de la niña desde que nació.

“Ella es demasiado letrada, el 7 de enero fue su cumpleaños, y en el hospital le hicieron un festejo con decoración de princesa, porque es lo que más le gusta. Hace 8 días está internada, por dengue, pero se está recuperando. Los doctores le miman demasiado, el doctor Alfieri (director del hospital) le dice que ella es la reina del Acosta Ñu” he’i la doña.

“Nosotros somos de Villarrica, allá teníamos muchos animales y Liz se acostumbró a eso. Ahora tiene de mascota una gallina que ella le puso de nombre Sofía y un gallo que se llama Pantaleón, que son sus amigos. Hasta habla con ellos” dijo la abuela entre risas.

“Ella ya sabe rezar el rosario, empezó a practicar con uno que le regaló el Papa cuando vino y visitó el hospital. Mi nieta fue la primera paciente que bendijo el Santo Padre”, comentó emocionada ña Rufina.

Antes de internarse
tuvo un sueño raro

“Un día antes de internarse (la semana pasada) mi nieta me contó que le soñó a Gloria, la chica que le donó el corazón, y dice que le dijo ‘vas a estar muy bien, yo también estoy bien, pero te quiero pedir que vayas a visitar a mi mamá en Horqueta y que le digas que me perdone, para que yo pueda estar mejor’” contó doña Rufina.
Dijo que Liz nunca antes le había soñado a la fallecida a quien le debe la vida. Contó que ellos siempre hablan con los familiares de la difunta, pero que los médicos no quieren que Liz haga un viaje largo para visitar a la familia de la chica cuyo corazón sigue latiendo dentro de la niña de diez años.

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