Muchos se lo toman a broma. Dicen que con tal de no trabajar son capaces de cualquier cosa. Otros hablan de que quienes están dentro deben dejar de “chupar” o “soltar el porro”. Pero la verdad es la que viven aquellos que se quedan en las oficinas cuando ya casi todos se van y comienzan algunas manifestaciones que no tienen explicación.

“No es cosa de todos los días”, afirma una funcionaria de Relaciones Exteriores, que pidió no revelar su nombre por temor a las situaciones a las que se puede exponer en casos como este. Afirma que “cada tanto, generalmente después de las seis de la tarde o más, llegando a la noche se empiezan a sentir cosas extrañas, según comentaron los compañeros”.

Quienes tienen más antigüedad y son de quedarse a altas horas cuentan que por lo general todo empieza con voces. “Se escucha como que hay gente hablando en los pasillos, pero cuando uno se asoma ya no ve a nadie. Y los pasillos son muy largos”, asegura otro funcionario de una oficina administrativa.

Después de las voces, vienen pasos. “Como el piso es de madera en muchos casos se escucha con fuerza como que se camina fuertemente. Como si se estuviera incluso marchando. Se oye el ruido de la madera. Pero es siempre lo mismo, no se ve a nadie”, asegura.

Dice que algunas veces, quienes primero llegan, esperan a otros compañeros para ingresar todos juntos. “No sabemos de qué se trata, pero por las dudas, mejor nomás asegurar”, confiesa.

PABELLÓN ANTIGUO

En cuanto al lugar en el que se viven estas manifestaciones, el funcionario indicó que se dan en la zona del pabellón antiguo de la Cámara, hacia donde está la Casa de la Cultura y en la cual se ubican varias comisiones. “No sabría decirte cuánto tiempo hace que se construyó este lugar, pero estamos hablando de siglos tranquilamente”, indicó la fuente. Contó que quienes pasaron por una situación como esta “por lo general no quieren hablar del tema, tienen miedo. Pero la cara de susto que le ves al día siguiente dice todo sin que hablen”.