Desde hace meses estoy tratando de entender el porqué la invasión turca de novelas ha dejado a miles de televidentes prendidos a la caja boba, generando ratings de nivel de una final de fútbol. Más allá de la calidad estética, fueron los contenidos de las series turcas los que hicieron que los canales de Chile, Argentina y nuestro país las consideraran un entretenimiento ideal para el horario central.

La mayoría son historias de telenovelas que hemos visto. Son romances, pero más elaborados. Aunque estas ficciones giran en torno a la sociedad turca, los elementos históricos y culturales son utilizados para apoyar el melodrama.

Ese papel de la mujer ha resultado polémico a parte de las audiencias de esta zona del mundo, más acostumbradas a personajes femeninos que salen a escena medio en pelotas o siempre bien maquilladas.

En las telenovelas turcas la principal disputa es casi siempre el cuerpo de una mujer. Ya sea en “Las mil y una noches”, “La esposa joven” o en “¿Qué culpa tiene Fatmagül?”, las protagonistas sufren un acto de violencia de algún tipo que dispara la historia de serie.

El protagonista masculino suele ser el culpable y debe pasar el resto de la telenovela sufriendo esa culpa.

El caso de “La esposa joven” ha generado varias reacciones por el trato a la protagonista, pero se debe a que siempre nos vendieron el cuento de la niña rica de novelas mexicanas.