Hace veinte años, cuando los enamorados pedían “la prueba de amor” era básicamente acceder a tener relaciones sexuales. Hoy, la exigencia consiste en compartir las contraseñas de sus cuentas en redes sociales. Este dato confirma Cedro Perú en el último estudio publicado sobre “uso y abuso de las redes sociales digitales en adolescentes y jóvenes”, de setiembre de este año.
Con apoyo de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), a través de encuestas a más de 2.300 personas de entre 11 y 19 años. En nuestro país no existe estudio similar, pero el tema se disparó como reguero de pólvora ante la consulta, ¿le darías tu contraseña a tu pareja?, generando todo tipo de opiniones a favor y en contra en la cuenta del Facebook de la Doctora Amor, donde se tocó “la llaga”.
Muchos dijeron compartir la contraseña, aplican la frase “quien nada debe, nada teme”; otros, ni siquiera le ponen contraseña al celular, por donde más acceden a las redes. Marisol Almirón, por ejemplo, es de las que nunca le ponen código a nada, pero hay quienes prefieren -como Miriam Martínez- ni pedirla, por una cuestión de respetar espacios.
Otros son reacios a compartir códigos, como Alicia Palacios, ella dice “aunque no tenga muertos en el clóset, no he de dar mi contraseña”. Es que muchos lo sienten como un control y que si a cada paso que dan, a cada acto que realizan, hay que estar dando “pruebas”, dónde está aquello de que la confianza es fundamental en una relación y pedirle al otro que “entregue” su código es más que señal de que no hay confianza.
Paola Noceda
“Cuando no hay nada que esconder, no hay nada que temer; entonces, no hay problemas de darle la contraseña, si eso le hace sentir segura a tu pareja”
Eva Florentín
“Creo que cada uno debe mantener y respetar la individualidad, o sea no le daría mi clave. Dos personas deben estar juntas, primando siempre la confianza”
Tere Maidana
“No tiene nada que ver el amor con la privacidad, primero el respeto y después el resto. Es de celosos obsesivos siquiera acceder a tener la contraseña de la pareja, descabellado, arbitrario y pedir eso, cárcel psicológica”
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