Los ingredientes que usan son cemento, cal, arena. Y es que no son mujeres que les guste estar en la cocina, sino que son un un grupo de kuña guapas que se lucen en un territorio que muchos creían exclusivo territorio de los arrieros: la construcción.
Verónica, Liz y Magdalena trabajan armando y revocando las paredes de un edificio en construcción que se encuentra sobre la calle Alberdi y 2.ª Proyectada, de la capital del país. Sentadas sobre ladrillos huecos para descansar un ratito, con la cara sucia por el polvo del trabajo, las valientes mujeres aseguran amar su trabajo y sentirse orgullosas de ellas mismas, demostrando también que pueden hacer lo mismo que un arriero.
“Yo antes era costurera”, contó Magdalena Molina (45), quien desde muy pequeña ya hacía este tipo de trabajo ayudando a su papá y que luego se metió en el rubro, más por querer hacer las cosas por sí misma.
Por su parte, Liz Caballero (20) es una joven que en horas de la noche va a la Facultad a estudiar enfermería y de día es una albañil valé, que hace de todo para poder ganarse el sustento diario y el día de mañana poder llegar a su meta. “Yo también quería trabajar y cuando me enteré yo les pedí que me traigan y hace como seis meses que ya estoy acá y me gusta”, he’i la futura enfermera, quien admira a su compañera que, teniendo más de 40, es un ejemplo de lucha para ellas.
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