ARTISTA. Dominar al hierro con ayuda del calor parece algo de simple fuerza, pero en realidad se trata de un oficio que requiere paciencia y creatividad

Así como se forjan los sueños, así como las piedras se moldean bajo el agua y así como el viento direcciona las hojas caídas del árbol seco, don Osvaldo Cabrera da las formas que él quiere a los pedazos de hierros al rojo vivo.

Con 35 años de laburo ininterrumpido, don Osvaldo es uno de los últimos forjadores hierro en el país. Su talento se traduce en arte al momento de dar formas a los fierros calientes para convertirlos en evidencias de su creatividad. “La diferencia es que yo armo mis piezas que necesito, no es que me voy a comprar nomás ya todo hecho. La diferencia con ellos (herreros metalúrgicos) es que ellos cortan y sueldan, yo mismo armo mis piezas y las sueldo, les doy las formas que necesito”, omombe’u desde su taller donde tiempo atrás trabajó con su papá, quien le heredó el arte de domar el hierro.

«Los jóvenes ya no quieren sacrificarse más”

“Los pendejos ya no quieren sacrificarse más”, dice Don Osvaldo al recordar que ya intentó enseñar este arte a jóvenes que con el tiempo dejan de asistir a su herrería, ubicada cerca del mercado de San Lorenzo. He’i que es un trabajo donde aparte de darle forma al hierro, se ejercita la creatividad y se alimenta la paciencia. “Tenes que sacrificarte, haces esfuerzo físico, te lastimas, te sale mal y tenes que empezar de nuevo. Es mucho sacrificio y trabajo pero los jóvenes ya no quieren eso”, omombe’u Don Osvaldo.

Don Osvaldo se dedica a los trabajos artísticos sobre hierro y a la restauración de piezas viejas. Es uno de los pocos herreros que trabajan con la fragua, elemento que emite una fuente de viento para la combustión del fuego donde calienta los hierros. Sus especialidades son los ejes y bujes de las carretas utilizados en las zonas de inundación o en el mismo Chaco, donde solo las ruedas gigantes pueden con el camino árido e intrépido.

Hace hasta carrozas que llega a costar hasta 20 millones voi

Los coches y carretas al estilo colonial son otras de sus especialidades. “Esto sale entre 15 y 20 millones de guaraníes, pero lleva su tiempo y su trabajo”, he’i. Avei omombe’u que uno de estos laburos le ocupa un mes de tiempo.

Como es uno de los pocos forjadores en el país, le llegan pedidos de trabajos de puntos muy lejanos del país, incluso de Alemania, donde le pidieron la restauración de los rayos de un auto de la década de los 20. “Somos pocos ya, por eso la gente viene con sus pedidos porque quieren cosas únicas, originales”, cuenta.