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La más sabia del barrio: La abuelita que aconseja a niños y jóvenes en Añaretã’i

La más sabia del barrio: La abuelita que aconseja a niños y jóvenes en Añaretã’i
  • FUNCIÓN CLAVE. Con su experiencia trata de alejar de los vicios y la delincuencia a los peques

Añaretã’i’ (el pequeño país del diablo). La mayoría de los que viven ahí no están del todo conformes con el nombre. Prefieren que se les conozca como el barrio San José. Al menos 600 personas viven en las 100 casitas que “nacieron” al costado del tapepo’i, y que forman el “corazón” del Mercado 4.

Están ahí, en medio de los negocios. Un mundo aparte. Los de afuera les tienen temor y por nada del mundo quieren entrar a dar una vuelta por el sitio. Dicen que la inseguridad está en cada uno de sus estrechos pasillos. Pero los de adentro lo niegan y se sienten dolidos por la imagen negativa que se acentúa sobre ellos.

Es más, aseguran que en el barrio nacen historias de personas marcadas por el sacrificio de sobrevivir en medio de las dificultades que se les presentan. Y hay otras, como doña Eustaquia Pesoa (85), que cumplen una función clave en Añaretã’i: la de salvar a niños y jóvenes para que no caigan en los vicios y en la delincuencia.

Todos la miran con respeto. Es la más longeva del barrio y su experiencia en el lugar le lleva a ser la consejera de todos. “Aquí pasé mi niñez, mi adolescencia, mi juventud y voy a estar hasta el último día”, dijo mientras descansaba en su sillón de cables, frente a su humilde vivienda.

“Tuve tres hijos (uno ya murió), dos viven en Ñemby y siempre me quieren llevar con ellos. Pero les dije que no, es que aquí está mi vida. Creo que Dios me deja aquí para ayudar a los niños y jóvenes para que vayan por el camino del bien. La tentación para caer está en todas partes, hay que hablarles para que no caigan en ese feo mundo, esa es mi función aquí”, dijo.

“Los extraños lo que hacen macanadas”

Doña Eustaquia recordó que cuando era niña, llegó al lugar con su mamá. “Vivíamos en Ypané. Mi papá murió y posterior a eso vinimos con mi madre. Llegamos en burro, trabajamos en el Mercado 4 vendiendo frutas y verduras. Ya no volvimos más (a Ypané). Cuando eso, aquí no había ni 10 casas”, dijo. “Aquí pasé de todo. Ya vi muchas cosas. Hay tiempo en que vivimos como si estuviéramos en una guerra y otros donde la paz reina. Cuando pasa algo es porque entran extraños y hacen sus macanadas. Y es de esos de los que hay que cuidar a nuestros niños y jóvenes. Disfruto cuando ellos se acercan a mí y me piden consejos por la experiencia que tengo”, dijo y agregó: “La mayoría de los que viven aquí son gente de bien, honesta y muy trabajadora. Es mentira que aquí reina la inseguridad. Eso pasa cuando entra gente de afuera”, finalizó.

“Un barrio que se mueve con la fe”

En los estrechos pasillos se puede observar de todo. En la entrada un oratorio dedicado a San Expedito da la bienvenida. Un poco más en el bajo se observa un altar dedicado al Divino Niño y a San José, todos ellos con velas encendidas y muchas flores. “Yo vi crecer este barrio y te puedo decir que es un barrio que se mueve con la fe. Aquí la gente es muy devota a San José por sobre todo”, dijo ña Eustaquia. “Aquí vivimos tranquilos, es un barrio como cualquier otro. Pasan cosas, pero como cualquier otro barrio. La fe, la esperanza y las ganas de salir adelante nos mantienen en pie”, finalizó.

TRABAJO

Los pobladores lamentan que muchos no les quieren dar trabajo por el simple hecho de ser de Añaretã’i.

POBLACIÓN

Al menos 600 personas viven en las 100 casitas que “nacieron” en medio del Mercado 4.

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