Un pasillo largo. Cientos de puertas con rejas. Distintas historias encerradas en una pequeña habitación. Las horas prácticamente no pasan. La terrible situación de quien cae detenido una y otra vez. Pero es peor cuando se está fuera del país.

J.A. cuenta su historia sobre lo que fue ir a España y acabar en la cárcel de los inmigrantes. “Viajé para trabajar como albañil. Los primeros meses me fue muy bien, ya que en poco tiempo cancelé lo que debía por mi pasaje. Pero meses más tarde la situación se puso mala, ya no teníamos casi trabajo, y como no tenía documentos nadie me daba trabajo” he’i.

La suerte estaba echada. Las cosas se le pusieron negras cuando en un control en la terminal de buses “me detuvo la Policía. Estuve recorriendo varias comisarías, hasta que me enviaron a la cárcel para inmigrantes. Ahí la cosa se puso fea. No tenía cómo avisar a mi gente que estaba preso, no me daban de comer, había veces que tardaba tres días en recibir alimento, nos maltrataban verbalmente, era una locura”.

Contó que fue condenado a pasar 3 años en ese sitio, pero “luego de muchos trámites pude obtener mi libertad. Pero esa experiencia no le deseo a nadie, de ser posible no viajen a España, porque sin papeles la pasás mal”.

Para que no regrese

“Me decían los de la cárcel que no intentara regresar. Me dieron la libertad, pero no puedo ingresar a la unión europea por 10 años” he’i el compatriota.