• TESTIMONIO. La conmovedora historia del nativo que logró mantener la paz en su comunidad

El ayoreo José Iquebi habla y no para de hacerlo. Con sus palabras no hace más que transmitir su historia, su testimonio. Lo que cuenta parece haberse quitado de algún guión de una película yanqui. Pero no. Lo vivió en carne propia. Tiene cada suceso en su memoria.

“Nunca lo voy a olvidar”, dijo al grupo de jóvenes del Programa de Apoyo de Voluntarios en Áreas Protegidas (Pavap) y Organización Paraguaya de Conservación y Desarrollo Sustentable (Opades), quienes fueron a visitarles a su casa. Iquebi cuenta que cuando era niño fue muy feliz, hasta que llegó ese día.

Ese instante en que su vida cambió completamente. Fue a cazar en la selva (zona norte del Chaco). De pronto, fue sorprendido por un grupo de personas, quienes lo capturaron, lo llevaron y lo mantuvieron en estado de esclavitud por un tiempo que él no sabe decir cuánto, pero que lo lleva en la mente minuto a minuto como si hubiese sucedido ayer.

Fue encerrado en una jaula, como un animal. Era como un trofeo, lucraban con él exhibiéndolo al público. Tras un buen tiempo, Iquebi fue liberado. Una familia paraguaya le adoptó, le enseño hablar el castellano y el guaraní, y fue el primer ayoreo en hablar el “idioma del paraguayo”.

Gracias a eso (y al volver a su comunidad), el don ayudó a mantener la paz entre los ayoreos y los misioneros, ya que era la única persona que les traducía a los paraguayos y a los aporreos para que estos puedan entenderse. “Muchos conflictos solucioné porque hablo castellano”, contó.

“Mi familia pensó que me morí”, contó José

Pese a todo lo vivido, Iquebi fue clave para el entendimiento entre dos culturas al convertirse en el primer ayoreo en hablar el castellano. Su tremenda historia fue contada en el libro “Captura del ayoreo José Iquebi”, escrito por Deisy Amarilla Bogado, especialista en antropología social. En la obra, el hombre cuenta todo lo que vivió.

“Ellos creían que yo era un animal, me pusieron en una jaula, me enlazaron con una piola, tenía mucho miedo, lloré muchísimo, extrañaba a mi mamá” indicó Jose Iquebi que fue llevado a Asunción con la intención de exhibirlo como un animalito salvaje. “Al volver a mi comunidad, me reencontré con mi familia. Ellos pensaron que morí”, contó Iquebi.

FELIZ

Actualmente, José Iquebi vive feliz. Cuenta que su familia es el “motor” para seguir luchando día a día.