Julio César Chávez, uno de los deportistas mexicanos más destacados en la historia, tuvo su mejor etapa en la década de los 90 en el mundo del boxeo; sin embargo, tras perder su primera pelea en 1994 y romper su racha invicta de 89 combates, decidió tomar una pausa en su carrera y un año después decidió viajar por Europa, en donde se sintió conmovido al llegar a Roma. El boxeador azteca pidió a la comitiva que le acompañaba conocer al entonces pontífice Juan Pablo II en una reunión privada. Su deseo se cumplió y Chávez asistió al Vaticano para charlar con el Papa. Chávez le pidió que le mostrara su recámara, y ya dentro, le solicitó permiso para pasar al baño, en donde según se relata en el libro “Julio César Chávez: La verdadera historia”, una biografía hecha por su hermano Rodolfo, el boxeador habría inhalado cocaína. “Discúlpame, Diosito, perdóname”, habrían sido las palabras de Chávez antes de drogarse. “Mi hermano sacó de su pantalón un papel que envolvía cocaína, la distribuyó sobre el mármol del lavabo para después inhalarlo”, refiere el autor.

ESTIRÓ DE GUA’U

Julio jaló la palanca del water para que pensaran que entró al baño por otra cosa, reproduce el libro.