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Asentamiento que nació y se llenó de fe, tras una tragedia

Asentamiento que nació y se llenó de fe, tras una tragedia

Jueves 5 de noviembre del 2004. Las nubes grises comenzaban a formar parte del paisaje en horas de la mañana en la zona de Mbuyapey. Era un día tranquilo y silencioso, que fue aprovechado por un grupo de campesinos para colocar sus carpas a orillas del arroyo Paso Typy, ubicado a 2 kilómetros de la ciudad. Por la tarde realizaron algunos trabajos para instalarse por un tiempo en el sitio.

El oratorio en honor a los niños fallecidos en el lugar.

Llegó la noche y con ella la lluvia y un viento helado comenzó a soplar fuertemente. A la medianoche se dio lo inesperado: el arroyo se desbordó y desató la tragedia. “Recuerdo que la gente se atajaba en los cocoteros para no ser llevados por las aguas. Fue pura desesperación”, contó Arnaldo Espínola, quien vivió en carne propia aquella fea madrugada. “Las aguas parecían poseídas, nunca vimos algo similar”, confesó.

En medio del griterío desesperado de las personas, se escuchó decir a alguien que dos niños fueron arrastrados por la correntada. “Las aguas se los llevaron, recién al día siguiente fueron encontrados sin vida a kilómetros del sitio”, agregó Arnaldo. Se trataba de los primitos Liz Aurora (10) y Francisco Antonio (4). La tristeza se apoderó del sitio por un buen tiempo. A los lugareños se les ocurrió construir un oratorio con dos cruces en honor a los pequeños y allí todo cambió. Las familias se unieron en nombre de los pequeñitos y así nació el asentamiento “Liz y Francisco”, donde todos coinciden en una cosa: “Los niños son nuestros protectores”. “Este sitio nació gracias a ellos. Aquí estamos protegidos por Liz y Francisco. El oratorio es el sitio de paz que tenemos”, dijo por su parte doña María Ojeda.

El sitio es considerado de paz por los lugareños.

“Dicen que son milagrosos”

Dicen los lugareños del asentamiento “Liz y Francisco” que en los atardeceres se escuchan suaves melodías que hacen callar a los pájaros del lugar. También aseguran que una voz suave llena el aire cuando el sol se va poniendo en el horizonte y la noche oscurece las aguas del arroyo. “Son ellos. Traen tranquilidad”, agregó ña María.

“Yo siempre voy a prenderles velas. Son mis angelitos”, dijo Arnaldo. “Si le preguntás a todos en el asentamiento te van a decir que son milagrosos y le agradecen por los favores”, agregó.

Poesías como un homenaje

Arnaldo comentó que escribir poesías es una de sus pasiones. Dijo que entre sus obras dedicó tres poesías a Liz y Francisco. “Lo que vivimos aquel día nos marcó de por vida. Tengo tres poesías que escribí de aquel suceso”, dijo. “El asentamiento que se creó en honor a los niños va creciendo cada vez más”, finalizó.

Arnaldo Espínola.
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