“El aprendizaje mantiene el corazón contento”, dijo la futura ingeniera ambiental, que cada día hace unos 80 kilómetros en micro para estudiar.
Su cédula de identidad demuestra que hace unos días cumplió 80 años. Pero en el fondo de su alma es una adolescente que siempre se caracterizó por armar su propio camino, pese a los obstáculos que se presentaron en su vida. Ella le gana la pelea a las manecillas del reloj y, a pesar de lo que indique su documento, no se cansa de luchar para alcanzar sus sueños.
Y hoy, doña Dolores Vázquez ya se siente victoriosa.
Y no es para menos. Está a un paso -o mejor dicho a unas materias- de alcanzar una de sus mayores metas: recibirse de ingeniera. “Me faltan solo algunas materias para terminar la carrera y ser una gran profesional, porque ese es mi deseo, destacarme en esto”, dijo a Crónica.
La abuelita cursa el último año de la carrera de Ingeniería Ambiental. Sus arrugas relucen en las aulas de una Facultad repleta de jóvenes. Allí, tanto sus compañeros como los docentes, la consideran la “mamá guasu” de la casa de estudios. Dolores vive en la zona de San Cosme y Damián, Itapúa, pero va a la Facultad en la ciudad de Ayolas, Misiones. “Hago como 80 kilómetros en micro para llegar a la Facultad. Ese tiempo aprovecho para leer y repasar los apuntes de las clases”, manifestó.
La abuelita no ve la hora de recibir el tan anhelado cartón del título de ingeniera, pero con mucha seguridad aclara que no se detendrá allí, sino que ejercerá de la mejor manera su profesión. “Luego de recibirme voy a ser la mejor en mi profesión. Las ganas me sobran”, finalizó.
Aprendiendo mantiene el corazón feliz
La ilusión de doña Dolores era estudiar siempre en la Facultad. Pero para ella, estudiar suponía todo un reto y debido a su temprano ingreso al campo laboral no pudo seguir ese anhelo.
“Terminé la secundaria con las mejores notas, pero luego tuve que trabajar, incluso viajé a la Argentina donde trabajé varios años en una fábrica textil. Éramos de una familia muy humilde”, comentó. “Pero yo siempre supe que algún día iba a poder ir a la Facultad y terminar esta carrera. Y a los 74 años y piquito me animé y hoy, a mis 80 años estoy a punto de lograr ese sueño”, dijo.
Sus compas le festejaron sus 8 décadas
Doña Dolores no usa bastón, camina a paso lento, pero firme y la vista siempre al frente, como imponiendo respeto. En la Facultad todos la saludan y le rinden admiración. Es por eso que cuando cumplió los 80 años sus compas le realizaron un festejo purete en clases.
“Le agradezco un montón a mis compañeros por el festejo de cumpleaños”, agregó. Doña Dolores nunca se casó, ni tampoco tuvo hijos. Vive sola en su humilde vivienda. Su ingreso es el cobro por la tercera edad y también la venta de aves que cría.
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