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Invisibles a la gente, pero no al virus letal

Invisibles a la gente, pero no al virus letal

El encierro es como una condena a pasar hambre, la libertad es un peligro de algún día ya no poder volver a casa: vida de ganchero.

No es fácil levantarse e ir a trabajar en estas circunstancias. Para nadie. Y muchos menos para aquellos que están expuestos cara a cara con este peligro mortal llamado coronavirus. Pero los gancheros no tienen elección. No existe el “trabajar desde casa”. Por eso sacan fuerzas de donde no tienen y tratan de ponerle buena onda al día.

“Nosotros a veces somos invisibles para la gente. Lo que queremos es que sepan que también somos de carne y hueso, nosotros también tenemos miedo y por eso nos cuidamos, cumplimos con todos los protocolos sanitarios”, dijo Juan Benítez (49), presidente de la Asociación de Gancheros de Cateura, en comunicación con Crónica Digital.

Ellos son de los más “golpeados” por la pandemia. Dos meses sin trabajar (durante la cuarentena estricta) fueron demasiados duros. Ahora tienen que rebuscarse en cuadrillas, día de por medio.

El temor está en ellos. Se les nota en los ojos. Cada día de trabajo es un cúmulo de emociones. ¿Hasta cuándo vamos a seguir así? ¿Será que me voy a contagiar? ¿Mis hijos van a estar bien? ¿Me va a alcanzar la plata?

Estos son solo algunos de los cuestionamientos que revolotean en sus mentes una y otra vez. La preocupación está latente, no solo por el virus sino por el rumbo que tomarán sus vidas. Pero el “rayito” de esperanza y fe es lo último que se pierde.

EN TANDAS

Son 500 más o menos las personas que dependen de este trabajo, pero hoy solo van en tandas.

PROTOCOLOS

Juan aseguró que buscan “salvar” el día a día cumpliendo con todos los protocolos sanitarios.

Humor para parar la crisis

Para pasar el día, los gancheros tratan de ponerle onda a la situación con una broma o “tallando” con el marcante de los muchachos. “Somos como una familia, porque todos nosotros sabemos lo que pasa el ganchero.

A mí por ejemplo me dicen ‘Gringo’, porque mi abuelo era un alto, rubio y yo soy así muy alto, entonces mi abuela me decía y se quedó. Solo que ahora por el sol ya no soy rubio (risas). Hay otro al que se le dice ‘Pelé’, después ‘Negro’, ‘Lorito’. Bromeamos y así hacemos pasar el tiempo”, omombe’u.

“Trabajamos 70 personas por día, vamos día de por medio. Generalmente solo va una persona por familia al día y hace 2 o 3 sesiones para poder solventar a todos”, contó.

Dos meses que fueron eternos

La mala onda golpea duro en ellos.

Los primeros tiempos eran una “pesadilla” para los gancheros, he’i. “Nadie se acordaban de nosotros. Tocamos varias puertas y así conseguimos víveres. Fueron dos meses que fueron eternos. Después, con el avance de las fases empezamos a trabajar así en cuadrilla”, reconoció.

Por otro lado, don Benítez se refirió al incendio que ocurrió hace días en Cateura. Ellos creen que pudo ser provocado.

“Puede ser alguien que ya no quiere que trabajemos, porque es la tercera vez que ocurre. Le pedimos a la gente que se ponga en nuestros zapatos. No es fácil estar trabajando de sol a sol y aguantar la mala vibra de la gente también”, finalizó.

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