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“Yo me quedaría a vivir en Villarrica”

“Yo me quedaría a vivir en Villarrica”

La ciudad de Villarrica es de por sí un lugar atrayente. Y Brahian Ayala (25 años) lo comprobó en carne propia, tras ser fichado por Guaire­ña FC. El extremo izquierdo, que sorteó un montón de di­ficultades para jugar al fút­bol, atendió a Crónica para una charla purete. Abierto y sin medias tintas, agradeció y ponderó la calidez de los habitantes del Guairá.

“Estamos muy felices con la familia en esta ciudad. Vi­vimos en una casa que nos pone el club, tenemos todo a mano, es una ciudad her­mosa. Jamás me imaginé que sería así, al principio dije que no habría nada acá, pe­ro ahora, si es por mí, yo me quedaría a vivir en Villarri­ca, no por el dinero, sino por la gente, que es muy cálida, el tráfico es genial, no como en Asunción que es un kil…, se camina tranquilo, hay un parque hermoso, tenemos todo acá”, refirió de entrada. Agregó que antes de la llegada de la pandemia, lo que más le sorprendió fue el cariño de la gente hacia el equipo. “Re­cuerdo que en nuestros en­trenamientos iban 100, 200 personas a vernos, era una locura realmente y ese mis­mo cariño nos hicieron sentir en los primeros partidos, las­timosamente después se vino la pandemia”, agregó.

Brahian ha sido tenido en cuenta en la mayoría de los partidos del equipo. “El pro­fe (Troadio Duarte) es joven todavía, pero jugó al fútbol y entiende a los jugadores, por­que es muy cerca por como te habla y por su manera de llevar los partidos también”, comentó •

Le hicieron “crecer” 20 cm y hasta aprendió a hacer pizzas

Ayala tuvo que sor­tear muchas difi­cultadas para llegar a Primera y consolidarse. Pe­ro lo que más rescata es que cuando fue a Estudiantes de La Plata con 15 años tenía el “problema” de ser muy chico.

“Estuve dos años ahí y cuando llegué tenía 1,55 de estatura y 52 kilos. Para mí era un problema estando acá, pero allá no, porque es otra cosa por como traba­jar con los chicos. Gracias a eso crecí hasta 1,75. No jugué mucho por un tema de do­cumentación pero me sirvió muchísimo”, tiró.

Mencionó que después de eso estuvo a punto de aban­donar todo y fue en esa épo­ca que aprendió el oficio de ser pizzero. “Mi sueño es es­tudiar gastronomía, apren­dí a hacer pizzas con el coci­nero que tenía mamá en su pizzería. Hacía las masas, preparábamos y vendíamos con mi novia en San Ber”, recordó.

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