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EL ÚLTIMO TREN “Un vagón era calabozo para borrachos”

EL ÚLTIMO TREN “Un vagón era calabozo para borrachos”

“Detrás de la estación había una cantina y cuando escuchaba el silbido del tren iba a sacar a los borrachos que quedaban dormidos en la vía”, recordó don Mario.

Sentado en cuclillas, siempre en primera fila al costado de la vía, se disponía a mirar el riel cuando desde lejos se escuchaba el silbido del tren. Don Mario Páez cuenta que desde los diez años empezó a trabajar primero como mensajero hasta llegar a ser el encargado en la estación de ferrocarril de Paraguarí, en donde estuvo hasta despedir el último tren.

Páez recuerda con añoranza los mejores momentos de los 38 años que trabajó en el Ferrocarril Carlos Antonio López. “Recuerdo que los días de lluvia eran donde más pasajeros había, hasta 200 boletos vendíamos por día. La gente que necesitaba llegar a Escobar, Sapucai o Caballero y solamente lo podía hacer en tren los días de lluvia, ya que los caminos estaban clausurados, un bullicio total era esos tiempos, la estación parecía un mercado con la cantidad de gente que desde tempranas horas y con mucha paciencia esperaba subir al tren. Familias enteras hasta con sus animales domésticos disfrutaban del viaje lento pero seguro”, recordó para esta nota con Crónica.

Don Mario, de joven en la estación de Paraguarí.

“La tripulación constaba de 6 personas que tenían que estar sí o sí para que el tren se mueva, el foguista, maquinista, pasaleñas, inspector y dos policías, ya que el tren tenía en el último vagón su propio calabozo para borrachos en donde se les ponía generalmente a los que se pasaban de copas y querían crear problemas, quienes eran bajados en la estación más cercana. Ya se les daba aviso a la comisaría del pueblo para que un tahachi le espere. En el tren teníamos un teléfono y para usar teníamos que bajar y enganchar por algún cable de telégrafo. Hablábamos todo y seguíamos al tren para continuar el camino”, he’i.

Desde nacimientos hasta muertes

“El viaje de Asunción a Encarnación se hacía en 12 horas y el tren salía solo tres veces por semana, era muy utilizado porque el pasaje era más barato. Allá por el año 80 viajar de Asunción a Encarnación costaba 5.000 guaraníes y en tren era solo 15 guaraníes, era mucha la diferencia”, cuenta.

“Toda clase de gente viajaba, en muchas oportunidades nacieron criaturas en el tren, había algunos que se escapaban con alguna mitãkuña ajeno, eso hacían con la ayuda de los maquinistas, quienes le escondían a la chica en el tanque de agua, porque ahí nadie revisaba. Una vez falleció un señor y un pasajero le quitó su paladar de oro”, recordó.

El karai vivió aquellos años dorados del tren.
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