Con la voz quebrada y sin aliento de tanto llanto, Hermes Coronel se lamenta por la muerte del ser que le había dado la vida.

El cuerpo de una mujer de 53 años que había dado vida a ocho hijos estaba frío e inerte en una caja de madera, esperando que sus familiares consiguieran un lugar, en algún cementerio para darle cristiana sepultura. Se trata de una víctima más del maldito virus que sigue enlutando familias.

“Estoy segura que a mi mamá la desconectaron porque somos pobres y ese lugar tenía que ser ocupado por alguien importante, ni siquiera nos deja ron quedarnos en el sanatorio porque somos pobres, nos dijeron que teníamos que irnos a nuestra casa, no nos dejaron ver a mi mamá”, repetía una y otra vez Hermes, para luego contar lo que sucedió en un centro privado al cual fue derivada su madre, por falta de terapia en el sector público.

Contó que el jueves de la semana pasada su mamá, Deudilia Figueredo, se sintió mal, y la llevaron al Instituto de Medicina Tropical.

Ella llegó caminando, no se veía mal, pero le costaba un poco respirar, allí la internaron, no había medicamentos y tuvieron que comprar. “Ni un solo remedio le hicimos faltar a mi mamá, lo que nos pedían comprábamos, en medio de nuestra pobreza, dos días después la doctora, no recuerdo el nombre, nos dijo que mi mamá necesitaba ingresar a terapia, allí no había lugar, pero nos dijo que estaban buscando, primero dijeron que le salió el covid negativo, después dijeron que sí era positivo”, contó la hija de la finada.

No encontraban lugar en ningún cementerio he’i

Según comentó Hermes, hasta el mediodía de ayer no encontraban lugar en ningún cementerio para poder enterrar a su madre, quien seguía siendo velada con todos los protocolos en su humilde casa en zona de la Costanera. “No sabemos qué hacer, no encontramos lugar para enterrar a mi mamá, no puede ser tanto así el sufrimiento de la gente pobre, por todos lados estamos buscando en medio de nuestro dolor”, dijo.

“La destapó y le tocó su corazón, seguía latiendo”

“El domingo me llamó de nuevo la doctora y me dijo que ya habían encontrado un lugar para mi mamá, que sería internada en la terapia del sanatorio privado, yo le dije nosotros no tenemos dinero, me dijo que no me preocupara, el Estado paga todo me dijo”, comentó. Fue así que llegaron al sanatorio y la señora Deudilia fue intubada e ingresada a terapia, allí los encargados ya les dijeron que ellos tenían que irse a casa, que no podían permanecer allí y que ellos los mantendrían al tanto del estado de salud de la internada.

El lunes Hermes dice que la llamaron y le dijeron que estaba estable, para el martes a las cinco de la tarde la vuelven a llamar y le dicen que su mamá estaba muy mal, que hizo fiebre y que le habían cambiado el antibiótico. “Para las 8 de la noche me vuelven a llamar y me dicen que mi mamá falleció, llegamos al hospital y no nos permitieron verla, ya estando en la morgue tapada con una sábana y en una caja, mi hermana pudo entrar y le destapó y le tocó su corazón seguía latiendo y su cuerpo estaba calentito, gritamos pidiendo que alguien venga”, recuerda.

En medio de la desesperación vino un doctor equipado “como astronauta”, dice Hermes que la volvieron a llevar a la sala, y después de un largo tiempo salió a decirles que sí, estaba muerta y que solo nos pareció que su corazón latía por el efecto de los remedios. “Estoy segura que a mi mamá le desconectaron porque somos pobres y alguien tenía que ocupar ese lugar”, se lamentó.