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De vivir en el monte a la casa propia gracias a la gente

De vivir en el monte a la casa propia gracias a la gente

De vivir hundidos en penurias y la desesperanza, don Juan y sus dos chiquitos hoy ya tienen un futuro.

  • POR ARIAMNE ROA

Los ojos tristes fijaban la mirada hacia la nada entre los huecos de una pared de ramas atadas. “Papá… che vare’a”, era el hiriente murmullo, casi con miedo, que salía del alma de una princesita de menos de 6 añitos.

A pesar de lo bajito, retumbaba en el corazón de don Juan Peralta, que sufría bajo ese techo de paja en el medio del monte por no poder dar nada de comer a sus dos chicos.

Nota relacionada: Peques viven sufriendo en pleno monte

Un día “bueno” era aquel en el que las monedas alcanzaban para la yerba del cocido y alguna que otra galleta.

Los días malos, mejor ni acordarse. Pero así como en situaciones como esta las tripas se retuercen de angustia, así también hay corazones capaces de hacer milagros.

El plato de comida no falta en la mesa de los hijos de Juan. Días difíciles hacen valorar más el alimento.

De transformar vidas de pena y olvido en una realidad que, al menos para sus protagonistas, son dignas de un cuento de hadas.

“A agradeceterei, enterovéape. Nunca pensé en tener una casa así y con todo esto para darle de comer a mis hijos. Dios se lopaguemante. Mis hijos están felices. Esta felicidad que sentimos no tiene precio”.

La voz quebrada que a cada rato toma aire para poder seguir es la de don Juan Peralta.

Es el papá de una chiquita de solo 6 añitos y un campeón de 9. Vivían en la nada, y gracias al profe Carlos Gamarra, que contó su historia a Crónica, todo cambió.

La tristeza se convirtió en una alegría infinita y los rostros tristes se volvieron risas que alegran el alma.

Hoy tienen una casa propia de material, con piso y techo de primera, mucha comida y la posibilidad de darse un abrazo cargado de amor gracias al de arriba y al corazón de un montón de paraguayos que llenan de orgullo a un país.

¡VIDA DE NIÑOS!

“Ahora ¡hasta ven los dibujitos! Están practicando para andar en bicicleta, que era como un sueño para ellos, pero no por eso dejan de estudiar”, dijo don Juan en medio de su gran emoción. Gracias a que los chiquitos van a la escuela es que todo empezó.

CUMPLEAÑOS

El 23 de marzo la peque de la casa estará de cumple. Una señora de Repatriación le dijo que le festejaría y con ansias espera ¡su primera torta! Una semana después le toca al varón y sueña con que algún jugador de Olimpia le regale una camiseta.

 

“No pensamos que la ayuda llegaría a tanto”, he’i el profe

El profe Gamarra.

El profesor Gamarra, quien había dado a conocer la historia de sus alumnos, dijo que nunca dudó de la solidaridad de los paraguayos, pero que le sorprendió que llegara a tanto.

“Entre los docentes de la escuela teníamos planeado arreglar de alguna forma la pequeña casa de la familia, pero quedamos sorprendidos por el corazón de la gente. La casa costó unos 75 millones y todo gracias a las donaciones”, expresó.

Ahora la familia ya vive bajo un techo propio, y además, le sigue llegando ayuda. Cumpliendo promesas mucha gente empezó a equiparles su hogar con heladeras, cocina, televisor, camas para los niños… La familia no tiene palabras para agradecer la solidaridad.

Fue clave la solidaridad a lo Paraguay

La casita en la que vivían antes, en parte de madera y en otras directamente ramas que cubrían los huecos que quedaban.

La solidaridad de la gente fue la llave que movilizó todo. De diferentes puntos del país llegaban los aportes para darles una vida digna a esta familia que vivía solo días grises en medio de la nada, sin la esperanza de lograr esquivar el hambre, en medio de la precariedad.

Carlos Gamarra, un profesor de escuela, tomó la batuta y con el aporte del pueblo inició la construcción de la nueva casa para los niños en una zona urbana. Se empezaron a sumar las personas que ayudaron en la construcción y las comodidades.

Nunca abandonaron sus estudios, y hasta están aprendiendo a andar en bicicleta, un sueño que tenían y que parecía nunca iban a alcanzar.

Toda una nueva experiencia para los chicos: andar en bicicleta. Nunca antes tuvieron una y la gente de buen corazón les regaló “niñez”.
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