El exzaguero de Luqueño y otros clubes cuenta en detalles los momentos buenos y no tantos que vivió detrás de la pelota.

• Por Juan V. Duarte

Un “salvaje”. Así lo definían en su momento a Diego Martínez. El que fuera defensor de Sportivo Luqueño, Libertad, Olimpia y otros clubes de afuera charló con Crónica para hablar de lo que fue su etapa como pelotero. Hoy, alejado del fútbol, disfruta de su familia y trabaja en su negocio de bebidas que montó, claro, en la ciudad que lo vio nacer y crecer: Luque.

“El fútbol me lo dio todo, partiendo desde la parte económica, la posibilidad de conocer otros países y sobre todo de hacer muchas amistades”, contó de entrada.

En ese sentido, recordó muy especialmente a una persona que lo ayudó mucho para evitar caer en excesos y malgastar el dinero que ganó en el fútbol.

“Cuando sos joven y estás en Primera, lo único que querés hacer es comprarte un vehículo, vestirte bien, no pensás en el después, yo tuve la suerte de que estando fuera del país pude juntar algo de dinero para invertir en una casa, unos terrenos que compré acá en Luque y del negocio que puse, que es lo que me da de comer hasta ahora. Conozco a excompañeros que ganaron mucho dinero y ahora están pasando necesidades, pero yo no me puedo quejar”, remarcó.

Eso sí, agregó que la presencia de una persona muy cara a sus afectos fue determinante para seguir el buen camino.

“Tuve la suerte de recibir los consejos de una persona a la que considero una segunda mamá, una señora carismática que me insistía y me decía que invierta mi dinero en cosas que me iban a ayudar en el futuro. Prácticamente de la mano me llevaba a la iglesia y me daba consejos. Es algo que le agradezco infinitamente”, subrayó.

En Luqueño era el único de la juvenil y ta’yra de los piraguasu

La casa de Diego siempre fue el Kure Luque. Su debut se dio cuando era un juvenil. “Un año antes jugué un partido y era prácticamente el único juvenil. Con (Raúl) Amarilla siempre concentraba porque Cáceres Cañete, Cabrera y los piraguasu del plantel pedían luego que yo concentre. Yo pues era el que les compraba su pohã ro’ysã, les cebaba el tereré, les iba a cargar saldo. Mucho anduve así, siempre esperaba que suba alguien para entregar mi cargo, pero me sentía a gusto con ellos”, le bajó.

En Libertad y Olimpia, dos etapas duras

Diego tuvo la ocasión de jugar en Libertad, donde una lesión accidental en el tobillo (resbaló cerca del sistema de regadío del Defensores) lo apartó de las canchas por buen tiempo, lo que evitó que most rara sus mejores virtudes en el Guma. En Olimpia hasta llegó a ser capitán, pero algunas diferencias con el entonces técnico Hugo Talavera apuraron su salida del club.

“El señor Óscar Vicente Scavone me pidió que entrene con la Reserva, pero mi deseo era volver a Luqueño, donde finalmente terminé jugando otra vez”, apuntó.

El día de su debut con golazo de tiro libre para el Barcelona

Diego también tuvo su paso por el Barcelona de Ecuador, donde se dio una particularidad. Debutó en un clásico ante Liga de Quito y metió un golazo, el más recordado por él. “Mario Jacquet era el técnico y Derlis Florentín (ya fallecido) ya era ídolo ahí. Entré de suplente, había 45 mil personas. Recuerdo bien que le pedí a Iván Caviedes para chutar el tiro libre. Le pegué un zurdazo y fue un golazo, casí me volví loco, no sabía para dónde ir, ahora lo recuerdo y se me pone la piel de gallina”, relató nuestro entrevistado.

El “Tigre” y la Topadora, los más difíciles

Jugadores como César “Tigre” Ramírez y Miguel “Topadora” Cáceres fueron los más difíciles de marcar, según Diego. “El ‘Tigre’ era muy fuerte, ambeti hese… Cáceres también, además, yo empezaba a jugar en Primera y era flaquito todavía”.

Diego no quiso cerrar la entrevista sin recordar a los técnicos que lo ayudaron. “Amarilla, Carlos Kiese, Mario Jacquet, Héctor Corte, el profe Daniel Córdoba y Toti Medina, que me trajo a Luqueño, son personas a las que voy a agradecer siempre, por todo lo que me enseñaron”, remarcó.