- RECUERDOS. El amasado de sentimientos y ese amor de madre que no muere nunca dan vida a algo más que una simple chipa
Almidón, grasa, huevos, un queso bien paraguayo y una mezcla de sentimientos y emoción dan vida a una chipa única, una “angelical”, la que prepara con el corazón ña Teresa Escobar cada 1 de noviembre para honrar a su “angelito” que ya no está y que partió siendo aún chiquito.
Cada amasado envuelve una y otra vez los ingredientes únicos de ese amor de madre, amor que se vio profundamente golpeado pero no vencido cuando 37 años atrás, con tan solo 6 años Andrés Avelino partió, dejando abierta una herida que nunca se cerrará, pero que encuentra consuelo con gestos de bondad como el regalar esas chipas horneadas con el calor de esos miles de abrazos que alguna vez le dio y que hoy son recuerdos imborrables como el “mamá, te amo” que aún suena en sus oídos.
“Todos los años vengo a visitar a mi angelito, él siempre está conmigo” comenta ña Teresa, mientras junto a su hermana toma tereré buscando “chulear” a ese calor infernal que derrite el día y les enciende velas a sus seres queridos en medio de rezos para que sus almas descansen en paz.
“La chipa la preparo desde hace mucho. Hago unas 100 más o menos. Sí o sí les regalo a las personas en nombre de mi hijo que van a visitar a sus seres queridos. Otra cantidad reparto entre mi familia”, decía ña Teresa.
Esta es una tradición religiosa que lo hace cada 1 de noviembre, más allá que nunca deja de visitar a su hijo. “Es una manera de tenerle siempre presente”, terminaba diciendo la doña con voz de melancolía.
50 CHIPAS
Son las que repartió ña Teresa en el camposanto a nombre de su pequeño angelito. Otra cantidad igual las reparte en familia.
Comentarios