• CONFIANZA. A pesar que la ceguera golpeó su puerta, la fe que mostró siempre don Silvio le permitieron seguir adelante con su vida

ITAUGUÁ. El cabello canoso tapado con un quepis y la delicada piel que fue ganada por las arrugas de los años, para don Silvio Cabrera Benítez, alias “Kure’i”, son simplemente huellas del tiempo, ya que a él nada le detiene, ni siquiera la ceguera que lleva en el lado derecho del ojo, mal que arrastra ya desde hace unos cuantos años.

Está casado y es papá. Dentro de su rol de trabajador y cabeza de familia, resaltó que en varias oportunidades sintió la manifestación de sus santos en persona, como cuando clamó volver a ver para seguir trabajando ya que por unos 5 meses y 5 días la luz desapareció frente a sus ojos.

“Una vez una clienta que tengo en Capiatá me dio la estampita de Santa Lucía y me dijo que le rece, que ella iba a ser mi médica. Me dio también la de San Expedito. Cuando llegué a mi casa, me acuerdo que era un domingo, acostado en mi cama le pedí que me ayude, y a la mañana siguiente de a poco volvía a ver”, asegurando que gracias a los santos volvió a ver la luz.

Con voz de emoción, don Silvio contó que el pasado setiembre debió operarse, pero luego de sentir el milagro de sus santos a quienes tanto rezó, eso pasó a ser historia.

“Cuando me pasó eso me dije ‘ndiraityre voy a ver, no me voy a operar’. Dios te quita, pero no te quita todo y así estoy desde entonces, un lado no veo luego más y el izquierdo más o menos, pero soy feliz así”, terminó diciendo “Kure’i”.

Vendedores son como sus hijos que lo cuidan he’i don Silvio

Con una risa jovial y transmitiendo alegría al saludar, “Kure’i” demuestra por qué es un hombre querido y respetado por todos los vendedores ambulantes que trabajan con él diariamente. De hecho son ellos quienes lo cuidan para que se gane su sustento diario.

“Todos ellos me cuidan acá, ellos saben que no veo más bien y me avisan cuando los clientes me llaman. Ellos son como mi hijo por ahí”, contaba el karai moviendo su mano con la señal de “vení” mientras uno de sus “críos” lo miraba a lo lejos.

Sus hijos teete ya están todos grandes, y con ellos solo vive su hija de 24 años, quien este año termine su carrera de fisioterapeuta, estudio que está siendo pagado por su hermano que trabaja en la Argentina.

30 AÑOS

Lleva “Kure’i” trabajando por las calles, empezó hacia calle Última pero su amor por su querida ciudad de Itauguá hizo que volviera a trabajar en el lugar.