Después de pasar por las de Caín, ahora su mentalidad cambió radicalmente y hasta sueña con poder dar una mano a aquellos que también hicieron de las calles su hogar.

El pasado 29 de junio Crónica publicaba la historia de doña María Torres, una mujer de 48 años que tuvo que vivir en las calles porque, según ella afirmó, se sentía constantemente maltratada por sus propios familiares.

En medio de la desesperación y el frío que estaba pasando fue a pedir refugio en el albergue de la Secretaría de Emergencia Nacional y, gracias a la publicación de este medio, una familia esteña se emocionó al conocer su historia y decidió “adoptarla” como un miembro más, abriéndole las puertas de su hogar.

“Hace mucho vivo deambulando por casas ajenas. La gente está acostumbrada a maltratar y ya no quiero vivir así. Por eso me fui a vivir en una iglesia. Pero allí duermo en el suelo. Estoy enferma y no tengo para comprar remedios, solo le pido a Dios que ya me libere de tanto sufrimiento. Necesito un lugar donde vivir”, eran las palabras de María, 40 días atrás.

Hoy, a poco más de un mes de haber cambiado su vida, aquella persona triste, sin ganas de vivir, fue transformada en un ser cargado de optimismo, de fe. “Dios me bendijo dándome una familia de verdad. Acá me tratan como un miembro más. Estoy muy feliz. Me ayudaron con los tratamientos médicos. Todo esto es como un sueño para mí”, cuenta muy emocionada una “nueva” María.

La doña sueña en grande y como aquel milagro de sentir el calor de un hogar se le cumplió gracias a la publicación de este medio, ahora apunta a algo más grande. Quiere tener un lugar en donde vender comida para alimentar las esperanzas de aquellos que, como ella, en algún momento sintieron que llegaron al fondo de su existencia.

“Me gustaría tener un copetín. Me gusta mucho la cocina y lo hago muy bien. Quisiera tener mi propio dinero para así poder ayudar también a otras personas que al igual que yo tuvieron que hacer de la calle su hogar”, expresó llena de esperanzas.

“Le costó adaptarse ya que sufrió mucho”, he’i

Con dudas pero sin otra acción, María partía el 3 de julio pasado a Ciudad del Este en donde una familia le ofrecía un lugar en su casa y el cariño que tanto le faltaba. Adelaida, la doña que abrió las puertas de su hogar a esta sufrida mujer, dijo que ya se encariñaron con ella.

“Fue un proceso porque ella es una persona que sufrió muchísimo. Le costó adaptarse, pero lo está haciendo. Le gusta mucho cocinar y lo hace muy bien. Me gustaría que tuviera su propio negocio, pero en estos momentos no tengo forma de ayudarla. Lo que sí le podemos dar es amor.

Ella ya es parte de nuestra familia, nadie la va a sacar de aquí, pero para que ella vuelva a recuperar su autoestima nos encantaría que se sienta independiente, fuerte anímicamente”, contó.