Don Rutilio y don Carlos son vendedores de asaditos desde hace muchos años. Temen por su seguridad, ya que abundan los malevos.

Desde hace casi dos años las calles se volvieron un campo de batalla. De luchar contra el silencio y el invisible enemigo apodado covid-19 y sus consecuencias, ahora la guerra es contra el peor de los males que se hizo más fuerte justamente por culpa de este virus.

Don Rutilio tiene 63 años y la mayor parte de su vida la pasó trabajando en las calles ganándose el pan de cada día vendiendo asaditos. En comunicación con el diario Crónica dijo que el rubro sintió todo el peso de la pandemia, ya que por el encierro dejaron de trabajar y ahora están enfrentando otro ataque, pero esta vez no es del virus, sino de los motochorros. “Hay mucha inseguridad en la calle, no nos podemos más quedar hasta tarde ni solos, no por el tema de las medidas sino por la inseguridad, las calles están llenas de motochorros”, detalló el hombre trabajador.

Don Rutilio explicó que pese a que llegaron a crecer bastante en el rubro, ya que habilitaron asaditos de todo tipo, muchas personas tuvieron que abandonar las calles porque fueron atacados varias veces por los malevos que no les dejan trabajar tranquilos hace mucho tiempo. “Pescan ya por nosotros, se hacen pasar por clientes y cuando ya nadie está, aparte de comer algunos asaditos, nos roban todo. Ya les pasó a muchos trabajadores”, detalló.

Don Rutilio aseguró que la única forma de trabajar tranquilos es cerrando antes de que los atacantes salgan, ya que si no pierden todo lo recaudado en el día. “Trabajamos con miedo y eso es demasiado triste”, tiró.

Se fueron a la quiebra por miedo y por “diablos” en motocicletas
Carlos Sosa es asaditero de la zona de Canindeyú y comentó que la misma situación se vive en la zona en donde los robos van en aumento.

Explicó que la criminalidad no solo afecta a los asaditeros, sino que cualquier negocio es atacado. “No importa la hora del día, en cualquier momento nomás te salen y te sacan todo lo que tenés. Por las noches es peor porque estamos desprotegidos”, detalló el hombre.

Agregó que ante el miedo o después de haber sido atacados por los “diablos” de las motos, muchos de los trabajadores de la zona que se dedican a la venta de asaditos tuvieron que cerrar. “Dejaron de vender asaditos después de años porque no pueden estar tranquilos. Algunos perdieron todo después de que les robaron muchas veces”, detalló.

Gracias a los polis de la zona se salvaron de muchos robos ra’e
Don Rutilio explicó que muchas personas se estaban recuperando de la crisis que les dejó la pandemia, pero ahora se fueron quedando vacías las calles en donde la alegría era el único condimento para que la velada sea única.
“Muchas veces solicitamos acompañamiento policial para que los que son sospechosos se puedan ir. Anotamos el número de la Policía y ni bien viene una persona así a escondidas ya les enviamos un mensaje para avisarles”, detalló el hombre. Explicó que en varias situaciones ya les salvaron los polis de los bandidos, por lo que se sienten muy agradecidos ya que es la única forma en la que pueden laburar tranquilamente.

MÁS VENTAS
Don Rutilio contó que desde hace un mes, con la reducción de los casos y muertes, las ventas aumentaron en su puestito ubicado en la ciudad de Capiatá. “Estamos volviendo a la normalidad”, dijo.

PRECIOS BAJOS
Explicó que desde que empezaron a laburar jey tuvieron que hacer promociones y bajar los precios de los asaditos, ya que el rollo estaba pasando por una situación difícil y nadie estaba para gastar mucho.