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LIZZI VERGARA: «Vine a vivir en el campo y ya no pienso volver a la ciudad»

LIZZI VERGARA: «Vine a vivir en el campo y ya no pienso volver a la ciudad»

Lizzi fue una de las figuras fuertes de “Yingo”, compitió en “Calle 7” y participó en otros programas de entretenimiento; hoy es cheff, profesión que la puso de nuevo en la TV. La visitamos en su casa en Pirayú, donde vive en pleno campo, en una casona rodeada de cerros, con sus huertas y animales. Ah… y con mucha historia. En principio tuvo que lidiar con fenómenos paranormales hasta que venció el miedo.

NATURALEZA PLENA. Lizzi, en su paraíso, “la campaña”, donde vive.

A Lizzi Vergara la vemos cocinando para el programa “Pehechamína” del canal C9N, todos los domingos. También prepara sus recetas para sus seguidores de redes sociales. Todo ese escenario natural, del campo, que nos muestra a través de sus videos, son parte del paisaje de su día a día, donde ella vive, en Cerro Verá, Pirayú. Después de haber hecho carrera en el mundo mediático, compitiendo en “Calle 7” y en “Yingo”, siendo staff de bailarinas de un programa de TV, y de haber sido modelo y hasta Miss, Lizzi se había alejado del ruido. Se tomó un lapso de tiempo para prepararse como cheff y volver con todo.

PARAÍSO. En la casita del árbol, donde suele subir con su hijo para jugar.

Su vuelta se dio acompañada también con un cambio radical de vida. Dejó la ciudad para instalarse en “la campaña”, como suele decir ella bromeando con sus seguidores de redes sociales. Vive en una casona, dentro de una estancia, con su marido Fernando y su hijo Benjamín. Allí no le falta nada. Ella misma trabaja su huerta, cuida a sus animales, con la ayuda de un asistente, y también realiza sus grabaciones, tanto para las redes como para la televisión. “Llevo viviendo aquí prácticamente desde hace 4 años. Es un lugar donde me siento muy cómoda. Estoy lejos de todo el caos del tráfico que se vive en Asunción”, empezó comentándonos.

CASCADA. A pasos de su casa, la cascada “Madame Lynch”, en el cerro.

– ¿Cómo se dio esto, vos elegiste cambiar la vida de ciudad por la de campo?
– Fue muy loco. Después de una discusión con mi marinovio, así le llamo a Fernando porque no estamos casados, pero llevamos tanto tiempo viviendo juntos que ya es como si lo estuviéramos jaja…. Bueno, él arranca muy temprano con su trabajo; a las 02:30 de la madrugada. Y termina a las 7 de la tarde. Nosotros vivíamos en Asunción (en Villa Morra). Ya casi no estábamos juntos, era como una relación a distancia. Incluso, llegaba el fin de semana y él, sin ganas de salir; mientras yo queriendo salir con mis amigas. Él no me acompañaba, no tenía las pilas para seguirme. Entonces, un día le pregunté: “Qué onda pio esta relación, casi no estamos juntos. O buscamos una solución o cada uno vive por su lado”, le reclamé y en ese momento le dije: “O vamos a vivir en la estancia, así no tenés que estar yendo y viniendo”. Después de eso, como cuatro meses no me trajo más. Me decía cualquier cosa para no traerme. Hasta que un día me dijo: “Preparate, vamos”. Vine y me dijo: “Está lista para mudarnos”. Había sido se tomó todo ese tiempo para ambientar todo, para equipar toda la cocina. En ese momento no estaba segura, pero me acordé de que yo le planteé lo de venir a vivir acá. Justo recibí mi título (de cheff) y al día siguiente nos mudamos acá. El cambio fue radical, de Villa Morra al campo, en medio de la nada, pero a la vez de todo, de muchísima naturaleza.

– ¿Te costó adaptarte?
– Si bien no estaba trabajando, porque me dedicaba a estudiar, tenía mi rutina de gym, mis reuniones sociales, me costó dejar todo. Me levantaba y no tenía nada que hacer. Entonces, un día dije: “Voy a seguir yendo a Asunción a hacer mis cosas”. Incluso, traté de sumar actividades, como natación. Pero llegaba muerta, ese tráfico me fue aturdiendo, me fue estresando y terminé dejando todo. Ahí dije: “Algo tengo que hacer para entretenerme”. Empecé a buscar actividades en la casa. Ahí empecé con la huerta, en especial con todo lo que tenía que ver con la cocina, preparaba fuego con leñas y cocinaba. Y para suplir la falta de gym, buscaba rutinas en YouTube. En tres meses me adapté y ya no quería salir más de acá.

– ¿Cómo es tu día a día acá?
– Tengo rutina de campo. Dormimos muy temprano, arrancamos muy temprano. Empiezo con la grabación de recetas, que trato de grabar dos o tres por día. En algún momento me voy a Asunción a entregar mis cacerolas (que vende) o a llevar facturas a las marcas con las que trabajo.
Armo mi contenido para la semana…

– ¿Ya no te planteás volver a la ciudad?
– Vine a vivir en el campo sin estar muy segura y hoy te puedo asegurar que ya no quiero volver a la ciudad. En algún momento tenemos pensado mudarnos de acá, pero no pensamos irnos a la ciudad. Más bien porque acá estamos al lado de un frigorífico y porque mi marido no se desliga mucho del trabajo estando acá. Queremos irnos a un lugar más al fondo, hacia donde se bañaba Madame Lynch (en el cerro).

PAISAJE. Todo ese paisaje hermoso rodea la casa de Lizzi en Pirayú.

“VENCÍ AL MIEDO”

– Acá estás en un lugar que se rodea de mucha historia, vivís en una casona, ¿no sentiste manifestaciones de espíritus?
– Pirayú es un lugar muy histórico. Acá a pasos está el Campamento Cerro León, está la cascada de “Madame Lynch”, está el cementerio kue donde descansan 5 mil almas de soldados… Y sí, hay mucho movimiento acá. Fue una de las cosas a las que me costó adaptarme. Siempre fui miedosa. Pero lo superé totalmente. Vencí al miedo, sin problemas salgo de noche a caminar.

GALLINAS. Todos los días recoge los huevos que ponen sus gallinas.

– ¿Qué cosas sentías?
– Nunca vi nada, pero sí sentí cosas. Me llegaron a destapar mientras dormía, me sacaron el edredón. En principio salía de madrugada, me iba corriendo a buscarle a Fernando (él ya estaba trabajando con los animales) a pedirle socorro. Paraba el ventilador, cambiaba de Canal, se apagaba la tele. Yo hacía encuentro con mis amigas y hasta las 12 nomás podíamos estar. Llegaba la medianoche y se apagaba la música. Agarrábamos todas nuestras cosas y entrábamos en la casa. Hay señores que viven acá desde hace años y ellos suelen contar que vieron a alguien sentado en ese sillón o alguien que camina, o gente llorando, pidiendo agua, hacia el lugar de confinamiento (de animales).
Acá hay muchísimos movimientos, no hay para aburrirse. Pero te puedo asegurar que se vence al miedo. Cuando llegué recién lloraba, dormía con las luces prendidas. Después me curé. Mi niñera es la que hasta ahora no se acostumbra, porque es nueva.

LA COCINA

– ¿Tenés todo acá, tu propia producción de verduras, carnes, huevos?
– Realmente tengo casi todo. Cada tres semanas en promedio vamos al súper. Yo soy muy ahorrativa. Me voy al Abasto. De ahí traemos todas las cosas. Los productos frescos, como verduras, huevos, tengo todo acá.

– ¿Vos montaste la huerta entonces para tener algo qué hacer?
– Sí, justamente se relaciona también con la cocina, para lo que me preparé.

– Pero empezaste a trabajar pronto también en televisión como cheff…
– Sí, a la par de empezar con la huerta ya trabajé en el RCC, el Canal de los menonitas. Creo que haber estado anteriormente en programas de televisión me ayudó. Dos años trabajé ahí. Salía de acá a las 7 de la mañana. En ese transcurso me llamaron de “Master Cheff”. En principio no me animé, porque tenía que pasar por un filtro, yo era nueva. Al final me animé, participé y quedé en el puesto número 7. El día que me eliminé me enteré de que estaba embarazada, pero participé sin contarle a nadie.

– ¿En ese tiempo estudiabas también cocina en Buenos Aires?
– Todos los sábados me iba a Buenos Aires, allá estudié pastelería. Salía de la estancia a las dos de la mañana. Tenía que estar a las 5 en el aeropuerto. A las 6 salía. Llegaba, tomaba un remís y me iba a una provincia otra vez. Mi vuelo de regreso llegaba a las dos de la madrugada. Solo un día estaba allá. Los domingos trabajaba en restaurantes haciendo catering. Cuando me embaracé dejé todo, pero completé mi curso de Buenos Aires.

HUERTA. Locotes de su huerta.

– Después de la llegada de tu bebé te reinventaste como influencer y también estás ahora con tu programa en C9N.
– Le tuve a mi bebé en la fase 2 de la pandemia. Como a mí no me gusta estar sin hacer nada, abrí un salón de belleza en Pirayú, no me fue fácil, es difícil manejar chicas. Cerré. Como todo ya era en forma virtual, ahí empecé a mover el tema de la cocina, cuando una marca confió en mí. Después se fueron sumando más marcas. Y surgió también lo de cocinar para un programa de C9N. Y también estoy como emprendedora, vendiendo cacerolas. Feliz estoy trabajando desde acá.

“No le tengo miedo al trabajo”

– ¿Y no te dicen tus amigas, de repente: “¿Para qué trabajás si tu marido es estanciero”?
– Cuando empecé con el tema de la venta de cacerolas, mucha gente me dijo: “Vos no necesitás, qué vas a vender cacerolas”. Yo como mujer necesito una independencia económica, eso te hace sentir bien. Toda la etapa de la pandemia, solo él cubría todos los gastos. Yo me sentía una inútil. Necesitaba trabajar. Siempre trabajé, no le tengo miedo al trabajo. Arranqué siendo empleada doméstica. No me da vergüenza contarlo, cada trabajo me dio una enseñanza. Hice las manos y los pies en un salón de belleza. Trabajé en programas de entretenimientos, de competencias en televisión, fui bailarina en un programa de TV. A los 17 años salí de la casa de mi mamá, fui a Buenos a vivir un año. Allá trabajé de doméstica. Después volví cuando dije: “No quiero esto para mí”. Un año estuve como modelo. Después me retiré, porque siempre fui muy abuela con las noches. Con el modelaje era ir a discotecas y tener que estar hasta las 3 o 4 de la mañana. Tenés que esperar hasta que te digan en qué momento salir.

– De los programas de entretenimientos donde estuviste, ¿cuál te gustó más?
– Me encantó estar en todos, pero me gustó más “Yingo” porque podía competir, cantar, podía hacer muchas cosas.

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