Aunque parezca una broma de mal gusto, ni los difuntos pueden descansar tranquilos por culpa de uno que otro personaje. En esta ocasión el escenario fue el cementerio del barrio San Blas de Tavapy, departamento de Alto Paraná, donde una pareja “alborotó” a los finados.

Los familiares de un difunto llegaron como cualquier otro día a visitar a sus parientes, cuando en lugar de encontrar paz y tranquilidad se encontraron con una pareja algo “entonadita” compuesta por una mujer de unos 32 años que disfrutaba de la compañía de un péndex de 19 años y de unas cuantas “rubias espumosas”.

Los familiares al toque dieron aviso a los agentes de la Subcomisaría 39.ª que llegaron al lugar y cacharon a Ángel Gabriel Benítez Bogarín y María Estela Cardozo, mientras se dedicaban a destruir parte del panteón. “Para mí que querían sacar el fósforo de adentro o algo así” he’i el subcomisario Bernardo Melgarejo, jefe de la mencionada dependencia.

Los detenidos fueron llevados directo tras las rejas. El subcomisario comentó que el perjuicio para los familiares del difunto, cuyo panteón fue afectado, sería de un poco más de 2 millones de guaracas.

No deben acercarse

El fiscal Ávalos, quien atiende la causa, los imputó por “perturbación a la paz de los difuntos”. Ambos fueron puestos bajo libertad ambulatoria, pero con la prohibición de poner un pie en el cementerio o alrededores. Se exponen hasta tres años tras las rejas, o limpiar el cementerio cada fin de semana.

El artículo 231, “Perturbación de la paz de los difuntos”, establece que “el que practicara actos ultrajantes a un cadáver o a una tumba (que se aplicaría en este caso) será castigado con pena privativa de libertad de hasta 2 años o con multa. Cuando actuara con intención de lograr un beneficio patrimonial, la pena podrá ser aumentada hasta cinco años.