El pequeño Pablito era un bebé de tan solo 9 meses, quien -según los relatos- murió de sed en 1945 en Ypacaraí, cuando peregrinaba con sus padres junto a la Virgencita Azul, un 7 de diciembre. En el lugar en el que respiró por última vez empezó a brotar una especie de agua “milagrosa”, ya que cuentan que basta tan solo beber de ella para que ocurra algún milagro o que cumpla los pedidos.

A partir de allí nació en su nombre lo que hoy conocemos como Kurusu Pablito, una capilla donde la gente va a rezarle, a pedirle cosas y también a ofrendarle. Este se convierte en la última parada para refrescarse y tomar fuerzas antes de seguir el camino de peregrinación hasta la Basílica. Para la gente de antes es tradición llegar sí o sí allí a beber su agua que está en un pozo.

“Son varios los testimonios, muchos cuentan que el agua les curó, muchos les traen a sus hijos y les mojan, también piden trabajo. Es increíble porque la gente viene después de un año y te cuenta el milagro que le hizo Pablito. Una señora, por ejemplo, me contó que su nietita que tenía 5 meses en ese entonces estaba enfermita y ya no había posibilidad de que se cure. Ella vino de Posadas a llevar el agua y le dio de tomar y eso dice que le curó” relató Osmar Pereira, el cuidador del lugar.

Ayuda

Al lado de la capilla hay una oficina donde se reciben todo tipo de ofrendas para Pablito, entre las que encontramos juguetes y ropas, ya que la gente encargada del lugar se encarga de realizar el festejo de Reyes y Día del Niño para los pequeños de la zona. “Recibimos de todo un poco porque lo que hacemos es ayudar a los niños de la zona, ya que es un lugar de mucha carencia, les festejamos su día a los niños y recogemos ropa para ellos también”, contó Pereira. En la capilla se hace la misa todos los domingos a las 10 de la mañana, luego de la misa de Caacupé.