- AÑOS. Muchas kuña guapa trabajan de esta manera en la zona del barrio San Francisco de la ciudad de Tobatí
Con una camiseta transformada en trapo sopla su rostro para aplacar el calor, mientras se seca con la otra mano el sudor que caía de su frente.
Así se encontraba en plena jornada doña Alba Velázquez (38), quien con un orgullo cocinado a base de trabajo y una voz fuerte y resistente aseguró que ama trabajar como olera y que es su ingreso directo para conseguir llevar el pan de cada día a la mesa.
“Cuando tenía 14 años mi papá ya nos trajo acá para trabajar a mí y a mi hermana. Desde niña ya conozco el sacrificio de tener que luchar por lo que quiero”, dijo la doña.
Caminando hacia el depósito, donde estaban los demás ladrillos, ña Alba -quien bajaba el material de un pedestal a una carretilla- contó que ser olera es un trabajo muy sacrificado y pesado, que no hay días de calor o lluvia, ni tampoco una sombra que les proteja del haku infernal, ya que no hay minutos de descanso en un trabajo como este.
“Somos cuatro mujeres las que trabajamos incansablemente. Día a día venimos tempranos y a eso de las 4 de la tarde ya nos vamos todos. Es sacrificado y pesado este trabajo”, remarcó la doña. Dijo que es madre de 5 mujeres a quienes saca adelante con este trabajo y que una de ellas suele venir a ayudarle para así terminar lo antes posible.
“Acá todos somos iguales, somos muchas mujeres las que trabajamos así. Nos gusta, amo mi trabajo y amo ser olera, además es un ingreso económico para todas”, terminó diciendo la kuña guapa.
20 Años
Lleva trabajando como olera, un duro laburo, además de pesado y cansador.
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