• UNAS CAPETAS. Comentaron que muchos hombres dudan un poco al ver que ellas tocarán su rodado, pero que luego se sorprenden por sus habilidades

Cocinar, barrer, planchar y…¡reparar vehículos! Esa es la rutina de todos los días de Fabiola Rodríguez (20) y su madrastra Liz Ortega.

Las dos mujeres valécha atienden un taller mecánico en la zona conocida como Inmaculada, en Caraguatay, departamento de Cordillera, y a la par no descuidan los quehaceres domésticos. ¡Unas verdaderas valécha!

Ambas afirman que los trabajos considerados exclusivos de arrieros, no existen. “Solo la sociedad marcó eso, pero no es así. Una mujer puede hacer todo lo que un hombre hace y viceversa”, comentó Fabiola.

La joven he’i que desde los 14 años veía como su papá, don Reinaldo Rodríguez, le metía pasión al laburo de mover tuercas, desarmar y bajar motores tuicha para repararlos.

“Al verlo a él me enamoré de esta profesión y le pedí para ayudarle. Y aquí sigo, capacitándome y haciendo lo que me gusta”, dijo. A ella se le sumó su madrastra Liz y ambas con sus toques de mecánicas sexis, le dan otra visión al taller y lavadero denominado “3R”.

“Fabi” comentó que dedicarse a la profesión de la mecánica hizo que muchos a quien consideraba amigos se alejaran.

“Perdí muchos amigos por trabajar en la mecánica. Me decían que soy una jare, sucia, asquerosa y todo eso. Me querían denigrar. Al principio me dolió, pero mi papá me dijo que no hiciera caso a nadie. A lo mejor tendré las manos sucias, pero me gano la vida limpiamente”, comentó.

“Al principio no confían en nosotras, pero luego…”

Las yiyis se manejan en el mundo de “los fierros” con absoluta tranquilidad y al toque resuelven los problemas que plantean diferenciales, motores, frenos, ere eréa.

Fabiola comentó que los hombres que llevan sus vehículos al taller se sorprenden cuando ven que las que van a solucionar sus problemas son dos mujeres.

“Al principio no confían en nosotras, pero luego, al ver que solucionamos el problema, nos felicitan y sin dudas vuelven”, dijo.

Comentó avei que muchos hombres les piropean a full, pero que ellas con la misma seguridad que “ajustan” un tornillo no hacen caso. Por otra parte, comentaron además que ambas son las “soluciones” de los amigos cuando el auto les falla. “Nos llaman nuestros amigos cuando quedan en la calle por culpa del rodado” (ríe).

El desafío

Al igual que Margarita (la mecánica de la línea 56), las cordilleranas buscan romper con el prejuicio de que esto es solo trabajo de hombres.

Capacitación

Las chicas se capacitan con diferentes estudios relacionados a la mecánica automotriz. “Buscamos marcar la diferencia”, dijeron.