• SANTO. Ayer se recordó el aniversario número 74 de la muerte del padre Julio Duarte, muy querido en la ciudad. Una multitud solicitó la beatificación del sacerdote

Eran las 7:30 de la mañana de ayer y en Ybycuí reinaba la paz, la tranquilidad. Todos estaban sonrientes, felices. La fiesta estaba por empezar. Doña Clementina camina apenas apoyada con un bastón para unirse a la multitud que estaba frente a la iglesia de la ciudad. “No podía faltar a la fiesta del protector de nuestra ciudad que cuida de todos nosotros”, dijo. Al rato, un hombre se sienta en la entrada de una casa, ante la calle asfaltada que lleva a la iglesia. Bajó de los cerros para la celebración.

“Caminé dos horas para llegar. ¿Cómo voy a faltar a la misa en homenaje al padre Julio”, he’i. Todos hablan del sacerdote Julio César Duarte Ortellado, quien hace 74 años partió al más allá, pero los de Ybycuí y gente de diferentes ciudades de su alrededor, saben que él sigue con ellos, y piden que la iglesia lo acepte como santo por la vida ejemplar que llevó y por los milagros que, según ellos, ya realizó en varias personas.

Los padres y abuelos de la mayoría que hoy lo veneran conocieron al pa’i Julio y heredaron a sus hijos la devoción hacia él. “En el año 1200 tuvimos a San Francisco de Asís, en 1900 al padre Julio. Con eso te resumo su hermosa vida siempre al servicio de los demás”, dijo doña Mirian Samaniego, una de las organizadoras del evento realizado ayer en el centro de Ybycuí y que junto a centenares de fieles del pa’i Julio.

Con banderas, cánticos y estampitas del padre Julio pedían la beatificación del sacerdote y que se lo considere un santo. “Ese es nuestro pedido, pero para nosotros él ya es un santo. Es más, ya estuvo en el altar de mis abuelos”, comentó doña Blanca Samaniego.

“Mi hijo es un milagro del padre Julio”, he’i

Juancito Cardozo Vargas nació prematuro con hidrocefalia, hemorragia intraventricular y un quiste en el cerebro. Debía ser operado urgentemente porque su situación era realmente complicada. Los médicos estaban preocupados y temían lo peor. “En ese lapso conocimos a una devota del padre Julio y nos regaló una estampita que tenía la oración de él. Con ella rezábamos todos los días por la curación de Juancito”, dijo don Juan, padre del niño. “Pedíamos que intercediera ante Dios por nuestro hijo, y lo hizo. Cuando fuimos de nuevo al hospital, los análisis revelaron que la hemorragia paró y que el tumor y la hidrocefalia desaparecieron. Hoy, Juancito tiene 3 añitos y estamos acá dándole las gracias y pidiendo que el padre Julio sea considerado un santo. Mi hijo es un milagro del padre Julio”, agregó.

“Salvó a mi nene que ahora goza de buena salud”

Agustín Chávez y Lilian Vergara tienen un hijo de nombre Thiago. El mismo nació con problemas cardiacos. Incluso tuvieron que llevarlo a un hospital de Buenos Aires, Argentina. Su estado empeoró y fue operado. “Los médicos nos decían que solo un milagro podía salvarlo”. Fue en ese momento que los padres se encomendaron al padre Julio y la operación resultó contrario a los que los médicos esperaban. “Salvó a mi nene que ahora goza de buena Salud. Fue un milagro”, dijeron sus padres.

Asueto

La Municipalidad de Ybycuí declaró asueto el día de ayer para que la ciudad entera disfrute del acto.

Obispos

Obispos de todas las iglesias católicas estuvieron presente en la misa en honor al padre Julio.

Multitud

La iglesia y las calles en los alrededores de la “casa de Dios” tuvo repleto de fieles.

¿Quién fue el padre Julio César Duarte Ortellado?

Julio Cesar Duarte Ortellado nació el 12 de abril de 1906, en Caazapá, en una familia acomodada. Desde muy chico se reveló en el pequeño Julio la sencillez de carácter que no le abandonaría en toda su vida. Ingresó en el seminario de Asunción a los 14 años, y estuvo allí durante seis años. A los 20 años viajó a Roma donde ingresó en el Pontificio Colegio Pío Latino Americano. El 27 de octubre de 1926 recibió su ordenación sacerdotal y al día siguiente celebró su primera misa sobre la tumba de San Pedro en la Basílica del Vaticano en 1931. Murió joven, a la edad de los 37 años, aquejado de una enfermedad llamada tifus, afección terrible que adquirió posiblemente por contagio, visitando a un soldado recién llegado de la guerra del Chaco. Todos lo que estuvieron la oportunidad de tratarlo aseguran que tuvo una vida digna y que se brindó para los demás.