• TRAVESURAS. Alberto Cardozo es guardia de seguridad y ya pasó por varios camposantos. Los fantasmitas hicieron muchas travesuras con él ndaje.

Alberto Cardozo lleva aproximadamente 20 años trabajando como guardia de seguridad en varios cementerios. Le tocó ya el Cementerio de la Recoleta, luego del Sur y actualmente está en el Cementerio del Este. De anécdotas tiene muchas, especialmente con los seres del más allá, según relató a Crónica.

Tanto así que hasta se volvió “amigo” de muchos fantasmas, ya que se acostumbró a ellos y muchas noches y madrugadas fueron su única compañía.

“Ahora ya estoy acostumbrado, miedo no tengo, los póra son mis kape (risas)”, dijo en tono de broma. Cuando estuvo en la Recoleta fue cuando le tocó aguantar a unos cuantos “resucitados” un tanto traviesos.

“Hay una planta de mango en el Cementerio Recoleta debajo del cual generalmente nos sentábamos los guardias. Hasta ahora parece que es así. A eso de las doce y media de la madrugada me empezaban a tirar piedras. Al principio pensaba que era alguien que quería molestar, pero después me iba a buscarle y no encontraba nada, era siempre a la misma hora”, recordó.

Otra cosa que nunca va a olvidar es que cuando iba hacia el baño la cadena de la cisterna se estiraba sola y al mirar nadie había nuevamente. “Muchos compañeros veían a una mujer de blanco incluso que de repente desaparecía, muchas cosas pasan en ese cementerio porque todo tipo de personas están enterradas ahí. Más todavía porque hay como 14 portones que el guardia que se queda de turno tiene que cerrar”, siguió.

CONVERSACIÓN

En el Cementerio La Recoleta muchos guardias cuentan que incluso los fantasmas “hablan entre sí”.

ALMAS EN PENA

Muchos creen que son almas en pena que no pueden descansar, algunos buscan el descanso, otros travesuras.

“De madrugada se escuchaban llantos de criatura”

En el Cementerio del Sur estuvo unos cuantos años también, le tocó justamente en la época en que ocurrió el incendio del Ycuá Bolaños en agosto del 2004. “Muchas personas que murieron allí fueron enterradas en ese cementerio. Y era increíble, ahí si no daba gusto estar porque de noche y madrugada se escuchaban llantos de criaturas y a mí me desesperaba”, contó.

Poco a poco mientras pasaban los años, el llanto colectivo que escuchaba Alberto fue mermando, pero nunca del todo, siempre se escuchaba igual. “Yo mantengo contacto con colegas que quedaron allí y cuentan que hasta ahora se escucha”, aseguró.

Drogadictos ya no molestan en el Cementerio del Este, he’i

El Cementerio del Este, donde está ahora Alberto, he’i que es el más tranquilo que le tocó hasta ahora. “Acá se escuchan ruidos y esas cosas pero muy poco y muy raras veces. Lo que hace unos años había mucho eran los drogadictos que entraban y teníamos que agarrarles. Trabajamos mucho con la Policía y gracias a eso se terminó”, he’i.

Gracias al control rotativo de guardias de noche y madrugada, tampoco entran más los macumberokuéra a hacer sus ritos, según comentó el guardia. “Ser guardia de cementerio por las noches al menos no es una cuestión fácil. Tenemos que estar preparados para este tipo de cosas”, finalizó.