• DE TODO. Antonio asegura que con tal que el trabajo sea honesto no importa qué tipo sea

ENCARNACIÓN. Todas las mañanas Antonio Velazquez, bien pituco y con una sonrisa en el rostro, empieza a recorrer el circuito encarnaceno ofreciendo su rica chipa a los lugareños. Desde hace un buen tiempo que con la venta del producto puede solventar sus gastos universitarios, quiere ser un administrador de empresas empezando con la suya.

Con 26 años, dejando a su querido distrito Pirity, situado en la ciudad de San Cosme y Damián, perteneciente al departamento de Itapúa, lucha por sus sueños.

Contó que el trabajo de chipero ya lo había hecho cuando niño, en compañía de sus padres, ya que iban a la cancha y así ofrecían sus deliciosas chipas en la liga sancosmeña.

“Hace un año que estoy solo acá, trabajé en una estación de servicio, donde recibía sueldo mínimo y eso nomás, no cubría todo para pagar mi estudio y el alquiler, entonces decidí volver a vender la chipa que me da tiempo para poder estudiar y todo”, dijo el chipero. Por las tardes también sale a vender, para luego prepararse e ir a la Facultad.

“Lingonchi”, apodo que le pusieron sus familiares por ser muy cariñoso, contó que desde niño conoció el sacrificio ya que con sus padres trabajó en el kokue y más aún que es el hijo número 9 de 10 hermanos.

“Mis padres se dedican a la agricultura, ahí también trabajé, hasta que me instalé en Encarnación para estudiar y buscar un futuro mejor”, comentó Antonio, resaltando que se siente orgulloso de su labor diaria ya que consigue su platita de una manera honesta.

MUCHAS

Al día el joven vende más de 200 chipas de diferentes precios y tamaños, por suerte ya tiene una clientela formada.