De un tiempo a esta parte, las rutas del país encontraron un nuevo color que acompaña el negro del asfalto y el verde de la vegetación. Se trata de un rojo fuerte y ondeante, traducción en un simple trapo de todo lo que significa la devoción por un santo, en este caso, uno importado.

Antonio Gil, un “simple” Gauchito, es el centro de esa fe criolla. Cuenta la leyenda que el mismo, oriundo de la provincia de Corrientes en tierras curepas, quedó en medio de una disputa política entre dos bandos, el Celeste y el Colorado, colores con los que se encuentra ataviado.

Una orden de captura y un traslado a otra ciudad comenzaron a dar rienda a esta historia. En esa época, eran muy comunes los “intentos de fuga”, donde el capítulo final no era otra cosa que una vil ejecución. Mientras que Gauchito Gil era llevado, la comitiva policial hizo un alto en el camino. Él ya sabía lo que se venía.

EL MENSAJE

Fue allí que pidió hablar con el sargento a cargo, a quien le dijo que “vos ahora vas a dar la orden para que me maten. Pero cuando llegues a destino, vas a saber que hay una orden para que se me libere. Te van a informar que tu hijo está grave. Y ahí me vas a llorar, porque estás derramando sangre inocente. Invócame para que interceda ante Dios por la vida de tu hijo, porque sabido es que la sangre del inocente suele servir para hacer milagros”.

En efecto, lo mataron porque se “intentó fugar”, y al llegar a destino, estaba la carta de libertad. El sargento, desesperado, pidió retirarse, y al llegar a su casa encontró a su hijo enfermo de muerte. Fue ahí que de rodillas le imploró perdón a Gauchito, y entre llantos, prometió honrarlo si salvaba a su hijo. El chico logró evitar lo peor y este sargento fue quien comenzó a propagar el milagro de uno de los santos criollos con más seguidores en la actualidad.

Ya cuenta con miles de fieles en Paraguay

La tradición del norte argentino se extendió hasta territorio paraguayo, donde es común ver a fieles honrarlo. De hecho, son miles las personas que hoy en día lo siguen, pudiéndose apreciar ya en las rutas de nuestros país los característicos trapos rojos al costado del camino.

Algunos llegaron a hacerle altares, en tanto que otros, quienes lo honran, incluso ofrecen trabajos a cambio de alimentos no perecederos para ser entregados en su nombre a los más necesitados. Hoy día, Gauchito Gil está inserto dentro de la cultura paraguaya.