Por Rodrigo Valdez
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Con cada crecida del río, su señora se ve obligada a que deje el lugar, pero él resiste y ahora se las ingenió para que ella ya no se vaya. “Yo mismo me encargo de hacer los ladrillos y construir esta casa. Así, cuando las aguas nos atacan, igual vamos a estar juntitos”, dijo don Fischer, de 73 años

“No quiero que te enojes, pero ¿te puedo dar un beso?”. Fue la inesperada pregunta que Enrique Fischer (73), un guapo paraguayo, hijo de alemanes, le hizo hace un poco más de 55 años a doña Eloísa Martínez (73), una bella joven del distrito de Nueva Germania, departamento de San Pedro. Su galán se había lanzado con todo y ella no se quedó atrás. Aquella primera muestra de cariño de la flamante pareja se convirtió en el inicio de una relación apasionada e intensa como pocas.

Pasó el tiempo y ambos hicieron su “nidito de amor” en la comunidad conocida como Arroyo Atã, en Nueva Germania, a pocos metros del río Aguaraymí, donde crearon un mundo el uno para el otro. Solo ellos dos. Sus vecinos más próximos viven a varios kilómetros. Allí criaron a sus 7 hijos, hoy ya todos mayores. “Solo somos nosotros dos y nuestros animales. Aquí tenemos paz y tranquilidad”, contó don Enrique, quien también cuenta con una pequeña olería donde él mismo se encarga de hacer los ladrillos.

Pero hace un tiempo, el manso río Aguaraymí se enfurece e inunda todo a su paso en cualquier momento. En varias ocasiones, la casa de don Enrique y doña Eloísa quedó inundada. Ante esto, la doña siempre es llevada por sus hijos a Asunción, pero don Enrique se resiste a abandonar su mundo, su lugar. “Este es mi lugar, no voy a dejarlo. Mi señora se tiene que ir para que esté a salvo”, dijo.

Y esta situación llevó al karai a hacer algo más allá, movido por el amor. “Cuando mi señora se va me pongo triste. Ella lo es todo para mí”, dijo. Es por eso que decidió construir un segundo piso en su casa, para que cuando la inundación le afecte, su señora suba allí y ya no tenga que dejar la vivienda. “Yo mismo me encargo de hacer los ladrillos y construir esta casa. Así, cuando las aguas nos atacan, igual vamos a estar juntitos”, comentó.

“Me propuse este objetivo y lo cumpliré”, dijo el karai

“Antes era tranquilo por aquí. Ahora por el cambio climático sufrimos mucho las inundaciones”, contó el don. Pese a su edad, el karai Fischer no deja que nadie le ayude en la construcción del “castillo” para su reina. Él mismo se encarga de todo. “Yo tengo que hacerlo, es para mi esposa, para que ella esté aquí conmigo cuando la crecida nos llega. Yo sé que ella quiere estar aquí conmigo y esta es la única forma. Así también me encargo yo de protegerla siempre”, dijo.

“Lo único que les pido a mis hijos es que me compren porland, del resto me encargo yo. Si mi señora no está a mi lado, me siento triste y ella se tiene que ir cada vez que la crecida nos afecta porque tiene algunos problemas de salud. Es por eso que me propuse este objetivo y lo cumpliré”, finalizó.

Héroe: en canoa rescata animales

A don Fischer le encanta hacer dos cosas: trabajar y cuidar de su amada. “Cuando tenemos que ir a buscar a mamá cada vez que hay inundaciones, él no quiere venir, no quiere dejar su casa”, contó Gladis, una de las hijas de la pareja.

“Él no usa teléfono celular, allí no hay luego señal, y cuando mamá viene con nosotros se queda solo y se desespera cuando no sabe nada de ella”, comentó. “Su sueño es terminar esta obra que empezó. No permite que nadie le ayude. Él solo quiere tener a mamá a su lado siempre”, explicó. Además, cuando sufren las inundaciones, don Fischer hace de héroe a bordo de su canoa. “Tiene una canoa a la que bautizamos ‘Titanic’ con la que rescata a los animales y a otros cada vez que las aguas atacan. No les va a dejar nunca”, dijo Gladis.

Pendiente
Don Enrique y doña Eloísa nunca llegaron a casarse. Es una asignatura pendiente que tienen ndaje. “Estamos juntos y somos muy felices. Eso es lo que importa”, dijeron.

Un capo
Desde temprano, el karai ordeña su vaca, cuida de sus gallinas, se sube a los árboles a arrancar naranja y luego comienza con sus labores de albañil para el “castillo” de su reina.