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Los misterios de Notre Dame: Las Gárgolas y la Puerta de Santa Ana

Los misterios de Notre Dame: Las Gárgolas y la Puerta de Santa Ana

La icónica catedral de Notre Dame de París siempre llamó la atención por su imponente arquitectura gótica, pero sobre eso, hay algo que sobresalía, las gárgolas y las quimeras que adornaban el edificio, pero ¿qué son, y para qué sirven?

Estas figuras monstruosas (medio animales y medio humanas) cumplían un papel en la conservación del edificio: recogían el agua de lluvia que caía sobre el techo y la expulsaban lejos de las paredes de piedra que conforman su estructura. Por eso eran protuberantes y, cuanto mas sobresaliente eran, mejor cumplían su labor.

No obstante, estas estatuas que están tan ligadas a la imagen de Notre Dame no forman parte de su construcción original, finalizada en 1345. Fueron añadidas mucho después, a mediados del siglo XIX, durante un proyecto de restauración que se desarrolló entre 1843 y 1864, liderado por los arquitectos Eugène Viollet-le-Duc y Jean-Baptiste Lassus, quien falleció antes de que se completara la obra.

En total, llegaron a ser 56 las figuras aterradoras que adornaron el exterior de la famosa catedral. Fueron inspiración de Víctor Hugo para escribir su célebre obra «Nuestra Señora de París» y dicen que tras la quema de Juana de Arco, despertaron y bajaron a aterrorizar a la ciudad de París.

Las quimeras de Notre Dame no se han cambiado desde el siglo XIX que se construyeron, sin embargo, las gárgolas sí hay que cambiarlas cada 100 o 150 años ya que se deterioran con el tiempo y además estaban realizadas de piedra caliza para cumplir mejor con su función.

Gárgolas y quimeras
Muchas de las conocidas como gárgolas en Notre Dame, se llaman en realidad quimeras y no están allí desde el comienzo de la construcción de la catedral en el siglo XII, sino que se añadieron en la reforma posterior del XIX acometida por Viollet-le-Duc, que decidió añadir algunas de estas figuras. Si las gárgolas sí cumplían una misión de canalizar el agua, las quimeras no tenían en sí ninguna función práctica pero sí simbólica, una de ellas es la de espantar a los demonios y las fuerzas del mal de la catedral. De ahí su aspecto de animales terroríficos o fantásticos.

Otra interpretación que se le daba a las gárgolas era que, como en la Europa medieval pocos sabían leer, los clérigos utilizaban estas figuras para representar visualmente los horrores del infierno, y así animar a la gente a acudir a la iglesia.

Al estar emplazadas en el exterior del edificio, eran una suerte de recordatorio de que el demonio habitaba fuera de la iglesia, mientras que la salvación se encontraba dentro.

 

 

 

LA PUERTA DE SANTA ANA Y EL «PACTO CON EL DIABLO»

Cuenta la leyenda que el encargado de la famosa puerta de Santa Ana fue un joven herrero, llamado Biscornet, quien es el protagonista de un relato que, con los años, también es recordado como la «Maldición de Notre Dame».

Se cuenta la historia de que, obsesionado con su trabajo, Biscornet le dedicó día y noche al proyecto. Horas y más horas para lograr su mejor trabajo. Al ver que el tiempo pasaba y no le era fácil terminar su labor, buscó ayuda. Pero no la consiguió. Así el tiempo de trabajo se multiplicó segundo tras segundo, hasta dejar a un lado el comer y el dormir.

La leyenda dice que a punto de desfallecer, tras otra jornada interminable, el joven Biscornet una noche cayó rendido dentro de la catedral. Y que recién despertó cuando alguien llamó a su puerta. “Al fin me escucharon”, dijo el joven herrero. Sin embargo, quien estaba del otro lado era el mismísimo Demonio, que le habría ofrecido ayuda para terminar su trabajo a cambio de su alma.

Con el sí de Biscornet, la obra finalmente estuvo lista. Era hermosa y fue el último trabajo del joven herrero, quien falleció a los pocos días de terminarla. Aunque faltaba un capítulo más, uno que agrandaría la leyenda de la maldición. A horas de la gran inauguración, en 1345, nadie sabía cómo abrir las puertas que llevaban la ornamenta de Biscornet.

El pacto con el Diablo parecía una broma macabra. Pero nadie se animaba a negarlo. Hasta que la solución llegó de la manera menos pensada. Cuando comenzó la ceremonia de apertura, un sacerdote, contratado para bendecir la catedral, oró y arrojó agua bendita a sus puertas para finalizar la bendición. Ahí, para sorpresa de todos, las puertas se abrieron.

¿Quién fue Biscornet?
Nadie lo sabe a ciencia cierta. Quizás los rumores son ciertos y él realmente contactó al Diablo a cambio de su alma. El hecho de que muriera poco después solo aumentó los rumores. Sin embargo, hay algunas personas que dicen que Biscornet era el mismo Demonio. Y lo argumentan en que el nombre Biscornet es un juego de palabras en el idioma francés: “Bis” significa dos (o bi en inglés) y “cornet” deriva de cuernos. En otras palabras, Biscornet sería el hombre de dos cuernos, el mismo al que le encargaron crear las puertas de la Catedral de Notre Dame.

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