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Familia de chapista que se destaca por su dedicación

Familia de chapista que se destaca por su dedicación

Hace unos años mi marido se enfermó (de dengue) y tuvimos que ayudarle (…). Desde esa vez nos paramos, nos enamoramos de esta labor”, dijeron las chicas del taller.

Don Pablo Caballero (50) es chapista profesional hace 38 años. Muchos años de trabajo y sobre todo de ganar experiencia, le “regalaron” una gran cantidad de clientes que mantiene con el tiempo. Hasta hace poco era el único chapista de la familia, pero eso cambió. “Hoy en día tengo la ayuda de dos personas muy importantes para mí”, confesó.

Ña Ana lija la chapa de un rodado.

Su esposa Ana María (45) y su hijastra Guadalupe (17) se sumaron al negocio y los clientes están chochos con sus trabajos. “Somos una familia de chapistas. Las chicas se encargan de lijar, empapelar, sacar el barniz y yo me encargo de macillar y pintar”, explicó don Pablo, desde su taller ubicado en Fernando de la Mora.

Ni la fuerza, ni el conocimiento, ni el prejuicio. Guadalupe y ña Ana María aseguran que nada de eso es un impedimento para dedicarse a la profesión de chapista. Pero es innegable que en este mundo cambiante a muchos les cuesta adaptarse. ¿Anécdotas? Sobran. “Ya pasó que llegaron clientes que pedían que yo les haga el trabajo, pasa que las mujeres al lijar somos más cuidadosas y por eso quieren que nosotros hagamos esa labor (risas). Nosotros aprendimos todo de Pablo, él es nuestro mentor”, expresó.

Su hija, Guadalupe ni bien cumple con su rol de estudiante va al taller de su papá y se “calza” el uniforme de chapista. Todos sus compañeros la felicitan por lo que hace. “Me dicen que van a traer el auto de su papá para ver cómo trabajo. Me tientan y me felicitan también”, dijo.

La joven Guadalupe confesó que le encanta esta labor.

“Trabajamos con un amigo que tiene acá su playa de autos. Trabajar con tus seres queridos es lo más bonito que hay”, agregó don Pablo.

La peculiar manera en que las chicas ingresaron a este “mundo”

Abrirse camino en un mundo de hombres no es tarea fácil. Sin embargo, estas profesionales demuestran que las mujeres siguen ganando terreno en el mundo laboral y que los retos no tienen límites. “Ingresamos a este mundo de un día para otro sin querer queriendo”, dijo ña Ana y explicó cómo fue que se dio para que trabajen en el taller. “Hace unos años mi marido se enfermó (de dengue) y tuvimos que ayudarle para que termine algunos pedidos que tenía que entregar. Fue la primera vez que vinimos y desde esa vez ya nos paramos, nos enamoramos de esta labor”, expresó.

“Cuando empecé valoré más aún el esfuerzo que hace mi marido”

Doña Ana María reconoció que el laburo que hacen no es nada fácil, ya que tienen que lijar mucho y les hace doler las manos, el cuerpo y por sobre todo la espalda. “No es nada fácil, cuando empecé valoré más aún el esfuerzo que hace mi marido todos los días”, relató. “Te destruye las manos prácticamente, por eso hay que cuidarse mucho. Olvidate de las uñas pintaditas acá”, dijo entre risas.

TALLER. Bien tempranito, la familia ya está en plena labor en el taller ubicado sobre Rodríguez de Francia casi Andrés Barbero, en Fernando de la Mora, Zona Sur. Y la actividad se extiende hasta horas de la noche.

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