El cerro Cristo Rey, ubicado en la “capital espiritual”, Caacupé, es un regalo de la naturaleza. Hermoso, misterioso, imponente. Todo un ícono para visitar y “turistear”. Pero, al parecer, los 300 metros de altura guardarían algo más que una hermosa vista de las serranías cordilleranas, algo que pone la piel de gallina a muchos.
Antiguos pobladores de la zona comentaron que en el citado lugar “habitan” ¡almas en pena! Comentaron que muchas personas decidieron poner fin a su existencia en ese sitio y que por ahí ndaje vendría la historia de los póra que por allí ndaje rondan.
Ayer, en horas de la tarde, lugareños llamaron a la comisaría primera de Caacupé para denunciar que en la cima del cerro había movimientos extraños. Al toque, polis de la citada dependencia policial llegaron al sitio, subieron al cerro y grande fue la sorpresa que se llevaron porque allí no había nadie. “Eran las almas en pena entonces que por allí rondan. O sea, denunciamos a unas almas en pena”, coincidieron los lugareños. “Ante el aviso de unos pobladores, unos compañeros acudieron rápidamente al lugar, pero informaron que allí no había nadie. No encontraron nada ni a nadie”, comentó a Crónica la suboficial ayudante Liz Zárate. A la consulta que si la gente pudo haber denunciado a algún póra, la oficial he’i: “No sé. Allí recuerdo que una persona se quitó la vida. Si es que dicen haber visto eso (alma en pena) tienen que hacer misa”, dijo.
¿Allí también habita el famoso Jasy Jatere?
Los pobladores más antiguos de la zona comentaron que en el citado lugar también habita el famoso Jasy Jatere, aunque los que no creen en mitos forman “fila” para desmentir tal situación. “Muchos no creen, pero se habla de eso desde hace varios años. Todos dicen lo mismo”, comentó doña Estela de Chaparro, vecina del lugar.
“Unos niños le vieron a Jasy Jatere en el cerro, fueron los primeros, después hubo más personas”, agregó don Basilio (68), con una voz firme que dejaba reflejada la convicción de que sus palabras eran ciertas. Además, a cada siesta se escuchan silbidos extraños provenientes del lugar. Ha’e la oturuñe’êva hína (él es el que silba), ¿quién más podría ser?”, agregó.
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