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Las manos que “salvan” dentro del “infierno”

Las manos que “salvan” dentro del “infierno”

No cae la noche sin que cada día la atmósfera cambie detrás de las gigantescas murallas. Allí el covid-19 no llegó, pero tan solo con nombrarla esparce angustias, temores y la incertidumbre crece bajo la sombra de la cuarentena ¿su combustible?

El latido de miles de presos, quienes viven con la duda de lo que pueda llegar a pasar. Así es el día a día en el penal de Tacumbú. Es el más allá del infierno.

Francisco Samudio trabaja dentro del penal.

Pero en ese mismo lugar nacen historias de gente que pone el “pecho” para dar pelea y ayudar a los reclusos a que no decaigan en medio de esta pandemia que trajo dolor y sufrimiento. Son los que trabajan dentro de los pabellones. Son las manos que “salvan” dentro del infierno.

“Nuestra tarea hoy en día se triplicó. Es ardua, pero lo hacemos con amor y paciencia. Es la misión que tenemos. Hoy los presos nos necesitan más que nunca”, contó a Crónica Francisco Samudio (45), coordinador general del Pabellón Libertad.

A los 20 años, don Francisco cayó preso. Fue por un robo con derivación fatal. Estuvo encerrado 16 años, 8 meses y 16 días. Salió en libertad el 22 de setiembre del 2011.

Pero sus días dentro del penal no terminaron ahí. Sigue dentro, pero esta vez para trabajar y ayudar a los presos.

“La pandemia trajo mucha tristeza en los reclusos. Muchos se quieren meter en la droga, otros buscan solucionar sus penurias violentamente. Es ahí cuando buscamos la forma de contenerles y darles una palabra de esperanza, de que todo puede cambiar”, añadió.

“Ahora más que nunca es que ellos necesitan una mano amiga y una palabra de motivación. Y es eso lo que hacemos todos los que estamos aquí. Muchas vidas logran salvarse”, finalizó.

SIN BODA

“Siempre organizamos casamientos comunitarios y este año no iba a ser la excepción, pero esta pandemia hizo que no se pueda dar. Muchos presos quedaron con las ganas de casarse”, dijo.

CAPACIDAD

El Pabellón Libertad, donde don Francisco es coordinador general, tiene capacidad para 537 presos. “Actualmente tenemos 510 internos dentro del pabellón”, informó.

La tristeza de no poder ver a los hijos y no poder trabajar

Aquí junto con otros compañeros de lucha.

“Yo por ejemplo les cuento mi testimonio y de cómo logré cambiar mi vida dentro de la cárcel, estando preso. Organizo charlas de motivación por grupo (de 10 o 15) y trato de ayudar en lo que pueda”, dijo don Francisco.

El trabajador agregó que lo que más triste tiene a los presos hoy en día es no poder comunicarse con sus familiares más seguido.

“La parte afectiva es lo que más tristeza y dolor les causa. Hay muchos padres, por ejemplo, que están con esas ansias de ver a sus hijos, a quienes no ven desde que comenzó la cuarentena. Además, dentro de nuestro programa hay muchas personas que trabajan aquí en la cárcel y ayudan económicamente a sus familiares, pero con esta pandemia todas las áreas laborales mermaron bastante y eso les tiene preocupados y les afecta bastante”, sostuvo.

“Muchas vidas se salvaron con palabras de aliento y esperanza”

Don Samudio no se cansa de contar su testimonio a los reos y de cómo su vida cambió completamente, luego de vivir un infierno.

“Siempre digo que camino al infierno encontré el cielo”, aseguró.

“Estando encerrado falleció prácticamente toda mi familia. Fallecieron mis padres y mi hermano, con quien era uña y mugre. Un error que cometí por mi falta de prudencia me sacó todo eso y me duele”, confesó.

“Hoy solo quiero transmitir a los presos que sí se puede cambiar y reinsertarse en la sociedad. Somos muchos los que tenemos esa misión aquí adentro. Ya muchas vidas se salvaron con palabras de aliento y de esperanza”, finalizó.

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