El joven fue a seguir un tratamiento oncológico en Argentina, regresó y sobrellevó los 20 días más terribles en cuarentena obligatoria. Cuando estaba deprimido y sin fuerzas, una amiga le dio el número de una psicóloga que lo orientó, en este lugar nadie le daba respuestas.

Gracias a Dios hoy puedo contar esta historia, quiero compartirla con los lectores de este espacio de “Cosas del Corazón”, porque de corazón estoy agradecido con un ángel. Estaba por el extranjero y me agarró allá la pandemia, retorné al país y me quedé en un albergue, yo les conté que tenía una enfermedad de base y que necesitaba unos medicamentos específicos, pero nadie decía nada.

Me entró una tristeza, porque aunque sea una galleta quería comer, le decía al enfermero que pasaba hambre, comíamos todos los días arroz y fideo, pero yo necesitaba una alimentación especial.

Cuando estaba deprimido y sin fuerzas, una amiga me dio el número de una psicóloga de un grupo de voluntarios y le conté lo que me pasaba, ella sin conocerme me ayudó, orientó y no solo eso, movió cielo y tierra para conseguir que me llegue mi medicamento de la Argentina, porque aquí no tenían o no se podía o no sé qué. Nadie me supo explicar.

Mi psicóloga es un ángel que Dios me envió, me dio la mano en todo ese tiempo por teléfono, nunca la vi. En el albergue comenté que necesitaba mi tratamiento, y nadie me hacía caso, estaba tan solo en la oscuridad. Yo rezaba para que alguien me salvara, esta persona creyó en mí y me salvó la vida.

De lo contrario no me iba a poder medicar y tampoco salir de la depresión que estaba atravesando, estar en cuarentena fue lo más triste porque no podés hacer nada, no podés tener contacto con nadie…, a veces no dormía bien porque los demás ya se levantaban temprano, ponían música alta, a todo volumen.

Les comentaba mi estado de salud y a ellos nada les importaba, si sentía dolor en mi pierna llamaba al médico y nadaaa. Estaba preso y después de hablar con la psicóloga por primera vez, ella me devolvió la sonrisa.

Estoy muy agradecido, gente así no se encuentra 2 veces en la vida. Yo la considero como una madrina, su paz es única.

Ahora estoy esperando que me llamen de una institución para hacerme un chequeo, y seguir mi tratamiento porque ya que no podré viajar al extranjero hasta que todo pase.

Quiero terminar de contar mi caso con una frase que espero les sirva a mucha gente, además de no perder la fe y la esperanza, hay que tratar a los demás como nos gustaría ser tratados. Mi experiencia puede servir para que otras personas tengan la misma fe y que las autoridades sanitarias presten atención a los pacientes oncológicos y que tengan consideración.

“NO ME DECÍAN NADA, NO SÉ SI EN TODOS LADOS SERÁ ASÍ, YO ME SENTÍA EN UN LUGAR OSCURO, SOLO, MI FAMILIA LEJOS, SIN PODER RECURRIR A NADIE”

SEBASTIÁN, DE AMAMBAY, 24 AÑOS

LA RESPUESTA: PRACTICAR LA EMPATÍA

Apostemos a la solidaridad en tiempos de coronavirus

Siempre hablamos de la empatía, sabemos que se refiere a ponerse en los zapatos del otro, pero a la hora de llevarla a la práctica cuesta muchísimo. Es entender lo que otro individuo siente y responder en consecuencia.

La clave es tratar a los demás como les gustaría ser tratados, pensar en el otro. Nos cuesta ver al otro como un ser humano, estamos cada uno ensimismados con nuestros propios miedos y necesidades.

Por suerte hay personas con otra perspectiva, que pueden ver un poco más allá y brindar su mano solidaria, esos ángeles anónimos que encontramos en el camino y en medio de tantos problemas dan un aliento o empujón para seguir.

La solidaridad es un valor humano fundamental en todo momento y más ahora con la crisis del coronavirus. Nadie espera una crisis, llega de repente y sin avisar, estos tiempos son difíciles por la pandemia para todos, lo ideal es que como sociedad nos unamos en busca de soluciones, avanzar con ánimo positivo sin dejar de ser responsable y cuidarnos todos.

Mucha fuerza para seguir adelante con tu tratamiento, aunque la vida te presente dificultades hay que perseverar siempre. Gracias por compartir tu historia.