Don Catalino tenía que caminar varias horas para entregar sus pedidos. Pero eso ya quedó en el pasado. “Mis pies ya no van a tener callos de tanto caminar”, dijo a Crónica Digital.

El paraguayito demuestra día a día que su solidaridad no tiene límites, que la pandemia no es un pretexto para dejar de tenderle la mano al prójimo. Al contrario, ahora es cuando hay más buena onda entre loperro. Uno de los “suertudos” esta vez es don Catalino Mereles (50), vendedor de chicharõ en la zona de Kokuere de San Lo. El karai se dedica hace dos años esto y lo hace a pie, recorriendo casa por casa.

Viendo esta situ, una doña que se dedica voi a ayudar al que necesita, empezó a hacer una campaña por Facebook para conseguirle una moto. Ella, con un grupo de amigos que se sumaron a esto, hicieron un trueque a través de una conocida página. Intercambiaron un ropero y una tele por la moto. Gracias a esto, don “Cata”, como el rollo lo conoce en el asentamiento Vy’a Renda, que es donde vive, ya tiene su moto y está re-feliz.

“Es algo que no esperaba esto. Ahora ya no voy a tener que caminar tanto, mis pies ya no van a tener callos de tanto andar así y lo que más me alegra también es que ya voy a poder hacer delivery a lugares donde antes no podía ir porque ya me era lejos”, dijo muy emocionado el karai.

“Gracias a la señora Fátima, ella impulsó todo esto. Vino un día y me dijo ‘mira esta moto a ver si sabés manejar’ y le dije que sí y me subí y di una vuelta en la moto. Al bajarme me dijo ‘esta moto es tuya’. Yo me emocioné demasiado”, dijo don “Cata”. Agregó que la señora que le dio la sorpresa es de esas que siempre ayuda a los demás. “Sí o sí ve las necesidades que tenemos y ella moviliza todo para conseguir”, expresó.

Vendía bijouterie pero la venta cayó

Hace dos años que don “Cata” empezó con la venta de Chicharõ. Antes de eso vendía bijouteríe. “Me dediqué por muchos años a vender esos productos. Viajaba a Tobatí, también a ciudades de Central pero luego el negocio cayó, no había mucha venta y mi señora me sugirió hacer esto. Probé y tuve la suerte de que a mis clientes les gustó mucho, tanto que me piden de lugares donde no podía llevar porque me quedaba lejos. Es que mis clientes me recomiendan”, contó.

Don Cata vive con su lapa y sus dos hijastros a quien quiere como suyos. “Mi señora es la que me apoya en todo momento”, reconoció.