Vende sus gallinas o huevos para poder seguir las clases, ya no le teme al hambre y ve en el estudio su única oportunidad para surgir.

Estudiar es una esperanza de cambiar el destino, direccionar la vida de uno mismo hacia un futuro mejor.

Para aquel los que de verdad desean hacerlo, no hay excusas para llegar al objetivo.

Quienes viven en extrema pobreza saben lo que es superar imposibles.

Cada guaraní que entra en sus bolsillos, algunas veces a la semana, los lleva a un rincón en el cual tienen que elegir: comer o estudiar.

Un ejemplo de querer salir adelante es Juana Encina, una joven de 19 años, quien junto con otros dos hermanos viven en la pobreza en la localidad de Mbocayaty, departamento de Paraguarí.

Ella sueña con ser policía de tránsito y así poder dar una vida digna a sus padres. Su mayor anhelo es tener una casa habitable, cuenta.

“Somos tres hermanos, una es sordomuda pero este año ya termina el sexto grado, eso no impide que ella estudie en una escuela normal, es inteligente y se comunica muy bien con todos por medio de señas”, comenta

“Con el tema de la pandemia se compl icó más nuestra situación económica, mi papá hace changas de vez en cuando y de eso nos manteníamos, pero ahora ya nadie da trabajo, está difícil la situación. Solemos vender nuestra gallina para comer, pero ahora también tenemos que cargar saldo para no perder las clases”, he’i.

“Muchas veces tenemos que elegir entre estudiar o comer, si gastamos lo poco que tenemos en nuestra comida, no podemos cargar saldo para nuestras clases y somos tres, no tenemos tele ni radio. La mayoría de las veces elegimos estudiar, es nuestra única esperanza, no queremos vivir de esta manera el resto de nuestras vidas”, expresó la joven.

UNA CASITA

La joven de 19 años solo piensa en tener una casa en la que ya no pasen tantas penurias, que por lo menos “tenga pared”.

MUCHA FE

“Le pido a Dios que pueda seguir estudiando, y que las condiciones en que vivimos no impida cumplir mi sueño”, dijo.

“Ni siquiera tele tenemos, ni nada de comodidades”, he’i

“No pierdo las esperanzas de ser policía de tránsito, es lo que me gusta. Quiero darles a mis padres una vida digna, solo tenemos dos camas y somos cinco, en una cama dormimos los tres hermanos, nuestra casa es una choza, no tenemos ni siquiera tele, ni nada de comodidades. Pasamos frío y cuando llueve es lo peor”, dijo la joven.

“Nosotros no nos quejamos para no hacer sentir mal a mis padres, nos conformamos pero queremos vivir mejor, por eso nos sacrificamos para estudiar, caminábamos dos kilómetros para llegar al colegio, ahora estudiamos desde nuestra casa pero es más difícil porque no tenemos para cargar saldo todos los días para hacer nuestras tareas”, dice Juana.

Necesitan de alguna ayuda

“Ahora hasta las gallinas se están terminando de nosotros, otra cosa no tenemos para vender, no sabemos qué va a pasar, la chacra no produce nada porque no hay agua, sabemos que la mayoría no está bien económicamente pero si alguien puede ayudarnos de alguna forma vamos a estar muy agradecidos. No es que no queremos trabajar, es que por acá no hay nada para hacer”, sostuvo la joven.

“Mi papá sale a buscar alguna changa todos los días, pero viene sin nada, nadie tiene para dar trabajo, esa es nuestra realidad. Nos habíamos inscripto para Pytyvõ, pero lastimosamente nunca nos llegó nada”, lamentó Juana.

Para las personas de buen corazón que deseen ayudar, pueden comunicarse al (0971) 671399 con Zaida Flores.