Fueron siete largos meses para doña Ada Silva, siete meses sin ir a la iglesia, que para ella fueron eternos. A 73 años, mantiene su fe hacia la virgen de Caacupé más fuerte y firme que nunca. Aunque el tapabocas no dejaba mostrar la sonrisa de felicidad que tenía; el brillo y el entusiasmo se le notaba en los ojos.

“Yo la verdad que no sé como aguanté tanto tiempo. Acá en la Basílica de Caacupé solíamos venir siempre una vez al mes, pero desde que comenzó la pandemia esta es la primera vez que volvemos con mi nuera y mis nietos”, expresó. “Los domingos en Luque que es donde vivo, sí o sí me iba a la iglesia que está cerca de mi casa. Ahora siento que vuelvo a respirar”, aseguró la doña.

Ña Ada cumplía con todos los protocolos sanitarios, usaba el tapabocas más lindo, tenía su alcohol en gel y cuando encontraba un lugar donde lavarse las manos lo hacía. “Ahora que ya no hay restricciones no hay quien me ataje para venir a cumplir por lo menos una vez al mes con mi virgencita, siempre cumpliendo con todo el protocolo sanitario”, siguió.

Por su parte, Liliana García (36), la nuera de doña Ada, contó que tienen el hábito de ir a agradecer por la salud de su suegra que estuvo enfermita y también por toda la familia. “Mi suegra es la que más canta dentro de la iglesia, la que sabe todos los rezos, ella es muy de iglesia. Realmente tenemos una devoción muy grande”, agregó.

Desde Villa Hayes junto a la “mamá guasú”

Norma y Walter son una pareja y ambos tienen 26 años de edad. Ellos vinieron desde Villa Hayes para presenciar una de las misas de la virgencita. “Esperamos demasiado tiempo ya y no queríamos esperar más para cumplir con nuestra madre”, dijo Norma. Ellos vinieron con su hijita y otros familiares. “Si está permitido queremos seguir viniendo. Queremos peregrinar en sus fechas. Vamos a ver cómo se van dando las cosas”, agregó el marido Walter Torres.