La pobreza no es un obstáculo para salir adelante, solo es un pequeño retraso para lograr llegar a la meta.

Para ello la clave es tener un objetivo claro y luchar por alcanzarlo.

Daisy Benítez, una futura licenciada en Enfermería, cuenta cómo pudo pagar sus estudios en una Universidad privada, en Caazapá, haciendo de todo con orgullo y sin vergüenza, a pesar de que muchos de sus compañeros se reían de ella por la forma de ganarse la vida.

“Me costó mucho terminar el colegio, porque mis padres se separaron y mi mamá no tenía forma de comprarme

ni un cuaderno. Lo único que siempre soñé fue estudiar y tener una profesión. A los 23 años terminé mi secundaria porque tenía que trabajar. De día era doméstica donde ganaba 200 mil mensuales, después me iba al colegio. Luego de terminar las clases, limpiaba las aulas y los baños por lo que me pagaban 150 mil, pero eso no me alcanzaba, solo servía para la comida”, cuenta la joven.

“No me quedé quieta, yo tenía que poder pagar mis estudios me dije. Y empecé a vender menudencias los sábados. Allí empecé a tener ganancias, junté mi platita y compré una chancha. Allí ya cambio mi situación, empecé a tener mi propio negocio”, contó orgullosa.

A partir de ese momento ya tuvo en su bolsillo el dinero suficiente para hacer realidad un sueño que hoy está muy cerca.

DATOS

CON CRÍA

“Tuve suerte, la chancha que compré estaba embarazada. Al mes tuvo 11 crías y allí empecé a criar y vender chanchos. Crío gallinas también y gracias a eso pago mi Facultad y compré una moto”, contó ¡feliz! Daisy.

BURLAS

“En la Facultad se ríen de mí por lo que hago. La mayoría tienen a sus padres que pueden pagarles sus estudios, pero yo no les hago caso. Me río de ellos porque yo tengo mi propio dinero y ellos ni un guaraní a veces”, cuenta.