Desde hace 17 años, don Perfecto Brítez (57) prácticamente vive en las rutas, haciendo de la cabina de su enorme camión su hogar.

“Es muy sacrificada la vida de un camionero. Tenemos mucha responsabilidad sobre la espalda. Muchas cosas pasamos para poder llevar el pan a nuestras casas”, he’i.

Su ciudad natal es Caaguazú. Algunas veces el punto de partida de viajes que duran tranquilamente 4 horas. Pero la espera en ocasiones supera las 24 horas cuando llega el momento de descargar.

“No es fácil transportar toneladas de granos, pero en realidad lo más difícil es esperar para descargar nuestros productos. En realidad eso es lo cansador de este trabajo. Ya son demasiados los camiones y se debe esperar turno en la fila. No podemos dormir porque tenemos que mover nuestro vehículo de a poco”, cuenta don Brítez, diciendo porqué es tan pesada esta tarea.

“Gracias a Dios nunca tuve problemas con el camino. Jamás me salió ningún póra, ni nada por el estilo”, dijo entre risas mientras sus pestañas luchaban entre sí para no juntarse, tratando de vencer al sueño.

“Estamos al costado del camino, sabemos que molestamos a los demás automovilistas, pero lastimosamente no hay un lugar para que podamos estacionar. Acá nos atacan mosquitos, no tenemos en dónde hacer nuestras necesidades, también somos perseguidos por ladrones, pero hay mucho compañerismo y nunca nos sentimos solos”, contó.

TRABAJO INDIRECTO

“Muchas familias dependen de los camioneros, desde el que te vende remedio para tereré. En los primeros meses de cosecha generamos más trabajo”.