Era un día en que ese miedo extraño tenía ganado el terreno y ya imperaba con autoridad. El temor a un enemigo debutante, que acababa de cruzar el mundo sin nada que se le enfrente, se respiraba en cada rincón del país.

Pero también ese día una “luz de esperanza” se multiplicaba por tres en el Hospital de Santísima Trinidad, de Asunción. Allí, la vida se abrió paso en medio de la pandemia del coronavirus. Nacían Maia Nicol, Maia Valentina y Jalen Nazarena. Las primeras trillizas de la pandemia. Las hermanas celebraron su primer año y con ellas la fe se renueva en sus familiares.

“Cumplieron un año ya. Pasó todo rapidísimo. Recuerdo como si fuera ayer cuando en el hospital y en las afueras se vivían momentos muy tensos por la pandemia que hasta ahora sigue”, contó a Crónica Noelia Jara, madre de las trillizas.

“Ya están grandecitas, están a punto de caminar, ya tienen dientes. Me emociona mucho. Verlas crecer es ver crecer también la esperanza de vida”, añadió.

“Estoy muy agradecida con todos los que me ayudaron. A la familia de mi expareja. Ellas ahora se están quedando con su tía Soledad Ruiz y con su abuela. A ellas les digo ‘gracias’”, agregó.

“Siempre pienso que eran chiquititas y ahora están enormes ya. Fueron las primeras trillizas que nacieron en medio de todo esto y fue algo como que dio esperanza a todos. Los doctores le llamaron las trillizas de oro”, finalizó.

“El amor en tiempo de coronavirus”

“Nunca voy a olvidar esta pandemia porque mi mayor felicidad llegó en medio de esta situación. Con mis hijas renace mi esperanza de seguir luchando”, dijo Noelia.

“Fue una sorpresa para todos, no nos esperábamos trillizos, pero cuando supe que venían tres mi corazón se llenó de felicidad. Tener tres corazoncitos latiendo adentro mío fue algo maravilloso. Le estoy agradecida a Dios por este regalo de vida que llegó en un momento complicado para todos. Son el amor en tiempo de coronavirus”, finalizó.

“Cada vez que veo que sonríen es muy emotivo”

Maia Nicol, Maia Valentina y Jalen Nazarena nacieron hace un año en el Materno Infantil de Santísima Trinidad con un peso de 2,270, 2,220 y 2,230 kilos, respectivamente.

“Gracias a Dios llegaron sanitas. Dios es grande porque ni siquiera entraron a la incubadora. Agradezco a los doctores y enfermeras que nos atendieron como se debe y nos cuidaron en todo momento”, dijo Noelia.

“Y doy gracias también a la familia de mi expareja que no les hacen faltar nada a mis hijas. Estoy feliz por verlas crecer felices. Cada vez que veo que sonríen es muy emotivo”, añadió.