28 de agosto del 2015. Fidel Mendoza (45) recuerda esa fecha como si fuese ayer. Ese día, mientras trabajaba en la chacra, en la zona de Yatebó, San Pedro del Ycuamandyyú, quedó atrapado en la tolva de una cosechadora y tuvieron que amputarle ambas piernas.

“Ese día el más calmo era yo, porque el que me veía se desesperaba y comenzaba a llorar. Me cortaron las piernas, pero no mis ganas de seguir viviendo”, dijo a Crónica.

Dos meses después, Fidel consiguió un trabajo, que lo venía buscando previamente. “Antes del accidente realicé el examen para trabajar en la Defensoría Pública, dos meses después de lo que me pasó me llamaron y fui así a trabajar, en silla de ruedas”, explicó el hombre que actualmente se desempeña en la Defensoría de Limpio.

Hoy, su intención es motivar a las personas para que puedan ir más allá de sus límites internos y externos. “Me encanta hablar con la gente y motivarla. Les digo que se aferren a la vida y vean el milagro de nuestro Creador en todas las cosas”, dijo.

“Trato de enseñar a que no miren lo que se les quitó, sino lo que les queda. Yo no tengo las dos piernas, pero no por eso me voy a dejar vencer. Siempre dije que intentaría caminar otra vez y ahora lo hago, manejo vehículo, le llevo a mi hijo a la escuela, me voy a pescar, hago mi vida normal. Dios nos da todo”, finalizó.

El regalo de una hermosa familia dijo

“Cada día le doy gracias a Dios de haberme salvado de aquel accidente, porque un tiempo después me regaló una hermosa familia”, comentó.

“Mi hijo de cuatro años es el motor que me impulsa a seguir. Él tuvo una cirugía del corazón y por él batallo día y noche”, agregó.

“Mi hijo es la gratitud más grande que le tengo al Altísimo porque si yo moría en aquel accidente mi hijo no existiría. Fue mi mejor regalo después de aquel percance”, añadió.

“Si alguien necesita una palabra de aliento, ya sabe donde encontrarme. Es para eso que sigo aquí”, enfatizó.