Se dice que ya no hay programas de humor en nuestra  tevé  y casi es cierto, pero es porque el humor entró por la ventana de casi todos los programas, incluidos los noticieros: acaso porque no tiene un lugar propio invadió todo lo demás.

¿Pero eso significa que saquen humoristas y dejen a los periodistas y modelos hacer ese papel? ¡Claro que no! Gustavo Cabaña es uno de los ganadores de los Premios Paraná de oro que se quedan sin trabajo en televisión. ¿La tele ya no quiere humoristas? Al parecer quiere que la modelo te haga reír con su voz de pito. Quiere que el periodista irónico te haga reír cuando la mayoría de las veces te produce más rabia.

Es cierto, dirán que Gustavo Cabaña perdió fuerzas. Y por ahí tienen razón. Gustavo también se durmió sobre los laureles. Después de los aplausos que generó al encarnar a la parodia de Nicanor Duarte Frutos o Fernando Lugo, no ha encontrado otro personaje que le llene y haga que el público esté pendiente de sus jodas. Su último personaje llamado “Lazarito” lo tenía atado a Gustavo y no podía jugar con el humor para adulto.

Con la excepción de los shows jurásicos en los que los mejores chistes son involuntarios o los programas de farándula (que no se permiten el chiste, sino la ironía porque derrumbaría la frágil credibilidad de sus denuncias y polémicas inventadas), el resto de la tevé debe contar con un humorista profesional o, en su defecto, con un tipo chistoso.

Pero no solo la programación actual entiende el humor como un componente central: en los comerciales es igual. Casi toda publicidad apela al humor como elemento de recordación, y es muy efectivo: todos recuerdan el chiste y, afortunadamente, casi nadie el producto. Y la tevé está perdiendo ese mal necesario  o quizás el humorista pierde a la tevé como plataforma para hacer reír a la gente, o mejor dicho, darle salud a la gente. ¡A tenerlo en cuenta!