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Añaretã’i: el barrio que se mueve con fe

Añaretã’i: el barrio que se mueve con fe
HACE AÑOS. María Caballero es otra de las pobladoras.
HACE AÑOS. María Caballero es otra de las pobladoras.

Unas 99 casitas “brotaron” al costado de unos tape po’i y forman el “corazón” del Mercado 4. Están ahí, en medio de los negocios. Un mundo aparte. Todos conocen la zona como Añaretã’i, pero la mayoría de los que viven ahí no están del todo conformes con el nombre. Prefieren que se los conozca como el barrio San José. Los de afuera les tienen temor.

Dicen que ahí adentro, o en las adyacencias, cualquiera puede perder hasta la cabellera en un descuido. Pero los de adentro lo niegan y están cansados de los prejuicios y desprestigios que la sociedad les impuso.

Es más, comentan que en el sitio nacen historias de vida, de lucha, tradiciones, de fe y milagros. Y eso se refleja a la entrada misma al barrio, donde colocaron un altar enorme en honor a “San Expedito”, a quienes todos le agradecen por los “favores recibidos”.

“No tengan miedo, pasen a ver nuestro barrio. Sé que se dicen muchas barbaridades de los que vivimos acá, pero no todo es cierto”, nos dice doña Úrsula.

“Aquí vivimos tranquilos, es un barrio como cualquier otro. Pasan cosas, pero como cualquier otro barrio. Es más, aquí tenemos quien nos protege y nos da paz. “San Expedito” nos cumple todo y nos da la protección que necesitamos. También San José y la Virgen Natividad de María”, agregó por su parte doña Nancy Bernal. “Todos ellos hacen milagros en la vida de muchas personas que viven aquí. Yo soy testigo de muchos de ellos. Gente que pudo superar las adversidades que la vida puso en su camino”, dijo don Raúl Caballero.

ALTAR. Ángelo Gleria en medio del enorme altar que hicieron en honor a San Expedito.
ALTAR. Ángelo Gleria en medio del enorme altar que hicieron en honor a
San Expedito.

San Expedito obró en mi vida y me sacó de la cárcel”

Ángelo Gleria es uno de los fieles devotos de San Expedito. Según comentó el joven, el “santo” obró en su vida y le sacó de la cárcel, donde -según él- fue a parar injustamente. “Fui condenado injustamente a 5 años 6 meses de cárcel por exposición al peligro terrestre, tenencia de drogas y resistencia. “La Policía me implantó la droga y fui preso injustamente. Cuando todo estaba perdido, le recé a San Expedito como última opción y le pedí que me quite de ese lugar. Ahí nomás apelé el caso y redujeron mi condena a dos años y ahora pude salir con medidas alternativas a la prisión. Fue San Expedito que obró en mi vida y me sacó de la cárcel, fue él nomás el que hizo el milagro, no tengo dudas. Ahora trabajo nuevamente. Estoy volviendo a empezar para sacar adelante a mis dos hijos”, dijo.

“Porque vivimos acá no nos quieren dar trabajo”

María Caballero es otra de las que viven hace muchos años en Añaretã’i y sabe lo que es el día a día en el lugar. Comentó que tiene a dos de sus hijos y a su marido en la cárcel y que eso le duele en el fondo del alma. “Uno de mis hijos está injustamente preso por una riña que hubo y en la cual él no participó. El otro tiene 16 años y fue él quien mató al psicólogo en el 2015. Ese sí acepto su condena porque se tiene que hacer responsable por lo que hizo y él mismo me dice eso también. Uno tiene que pagar por sus actos y hacerse responsable por más que me duela”, dijo. “Mi marido está detenido por un caso de tráfico, pasa que él es adicto y tiene para su consumo nomás y lo atraparon así. Lastimosamente así es. Solo encuentro refugio en mi familia y en Dios”, dijo. “Lo más triste de todo esto es que si tenés parientes en la cárcel no te dan trabajo, o simplemente porque saben que vivís acá”, se lamentó. “Es importante que la gente sepa cómo vivimos acá, que acá también tratamos de tener una vida normal. No queremos que nos miren con malos ojos”, dijo.

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