Adriana Paredes Ketterman, de profesión arquitecta, eligió el hermoso domingo que se dio ayer para practicar uno de los deportes extremos que apasiona a miles de personas: paracaidismo. Con todo su uniforme listo para una nueva aventura, y con la adrenalina a mil por ciento, abordó el avión desde el cual haría el último salto.

Llegada a la altura propicia, no dudó ni un segundo en soltarse rumbo a una experiencia majestuosa. Pero, sin saberlo, el destino le tenía guardado el final que menos quería, más allá de la experiencia que tenía acumulada por la cantidad de veces que ya se había lanzado con anterioridad.

De acuerdo a lo que los testigos aseguraron, en los primeros segundos después del salto la mujer aún estaba consciente, porque el paracaídas se llegó a abrir. Sin embargo, a partir de ahí empezó a hacer giros cerrados, como los de un tirabuzón, lo que -según los entendidos- quiere decir que está cayendo de manera libre, sin que se esté controlando el descenso.

A cada metro que caía, la velocidad iba aumentando de la misma manera que la desesperación de aquellos que impotentes estaban observando una escena cuyo final ya se imaginaban. Finalmente, pasó lo peor: el cuerpo de Adriana llegó a tierra con demasiada fuerza, produciéndose un fuerte golpe contra el piso.

No se sabe si fue este el motivo final de su deceso, o si un paro cardiaco le costó la vida. Esta última versión, por la manera brusca en la que se produjo su caída, es la que tiene más fuerza.

1200 metros

Fue la altura desde la que saltó la mujer sin saber lo que el destino le tenía guardado.