“Si pasás de noche por allí sí o sí se apagan y se prenden los focos de los alumbrados públicos, le encanta hacer esa broma para asustar”, dijo uno de los que vivieron el hecho.
Los que suelen transitar por el camino que une la ciudad de Itacurubí con Santa Elena están acostumbrados a su presencia, cuentan. Pero la leyenda urbana superó los límites del 3er departamento y se extendió a lo largo del país con los testimonios de sus “víctimas” preferidas: personas que caminan por allí. Cada una narra el evento tal cual como lo vivió, pero todos coinciden en tres cosas.
La primera, que fue un momento que dejó una huella marcada en sus vidas que será muy difícil de borrar. La segunda, que desde que tuvieron esa experiencia, ven el sitio con mucho respeto. Y la tercera que allí habita un ¡Póra jodón!
“Si pasás de noche por allí sí o sí se apagan y se prenden los focos de los alumbrados públicos, le encanta hacer esa broma para asustar. A mí me pasó eso y averigüé si era normal y me contaron que allí está el Póra a quien le encanta hacer eso”, dijo Jorge Chena, quien se animó a contar su testimonio.
“Salí a trotar/caminar con Mirella (una amiga) en el camino que une Itacurubí con Santa Elena. Salimos de tardecita, y al volver ya se había hecho de noche mucho antes de siquiera estar cerca de casa. De pronto notamos que se apagan dos de los focos del alumbrado público cerca de nosotros (…). Seguimos, y bromeando dije ahora va a prender ese para nosotros (apuntando al segundo alumbrado que se había apagado). ¿Y qué creen? ¡Se prendió!”, contó Carlos Flecha.
“Intentando eliminar el pensamiento que en esa ruta nos acompañaba alguien más, quise demostrar que solo fue coincidencia, apostando que al pasar ese alumbrado se volvería a apagar. Unos metros después me volteé y pues nuestra espalda venía en un mar de sombras, el alumbrado se volvió a apagar”, añadió.
“En esa zona hubo un accidente, un camión le chocó a un motociclista y falleció… También por ahí es que se encontró el cuerpo de un exjuez de paz”, dejando a entender que por ahí vendría la mano.
“Pasamos 4 alumbrados y con todos pasó lo mismo”
“Cada poste de luz que alcanzamos era una luz que se perdía en la noche. Pasamos como cuatro alumbrados y con todos pasó lo mismo”, agregó Carlos Flecha, quien siguió contando su experiencia.
“Hasta que el silencio se hizo presente sobre el asfalto. Ningún vehículo, solo nosotros dos y el amigo que jugaba con las luces. Solo el amplio patio de la “Escuela 47” a nuestra izquierda, y una casa sin habitantes con el cartel de “Se vende” a nuestra derecha. Nos volvimos a mirar, faltaba una cuadra en la pendiente cuesta arriba para alcanzar nuestra calle, que nos daría tranquilidad, y como si no hubiéramos trotado y caminado por cerca de cuatro horas, le metimos un ‘pique’ inolvidable”, tiró.
“Es un amigo que murió hace unos seis meses”
“Nosotros fuimos de farra por esa zona. Luego al salir, cuando volvíamos en el vehículo vimos un muchacho que iba caminando y como era batalla ir por tan despoblado lugar nos ofrecimos a llevarle”, contó por su parte Pablo Aquino.
“Era un muchacho normal sonriendo. Allí una chica –que iba con nosotros– nos pide que aceleremos y le dejamos al muchacho que no le hagamos caso. Y así lo hicimos por temor. Le preguntamos a la chica si vio que el muchacho tenía algún arma o algo y nos dijo que “no, ese era mi amigo que murió hace unos 6 meses”, añadió.
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