Muchas veces la vida pone pruebas difíciles. Sin duda alguna, la manera en que uno afronta estas dificultades es lo que determina el futuro de cada persona. Mónica Leguizamón (19) es un claro ejemplo de que con valentía, positivismo y amor a la vida se puede superar cualquier obstáculo.

Cuando la joven tenía tan solo 13 años le detectaron un tumor en el ojo derecho. Los médicos que la examinaron «pillaron» que era maligno y no hubo de otra que extirpar todo el órgano. Pero lejos de acomplejarse y entregarse a la tristeza, Mónica decidió sobrellevar esta situación con mucho optimismo y poco a poco se está superando en lo profesional y como mini emprendedora.

Vive en Presidente Franco con sus padres y sus hermanos. Y en medio de la tormenta, en una zona que estuvo en el ojo de la pandemia por su proximidad a Brasil y la falta de empleo, ella montó una empresa pequeña, contra viento y marea.

La joven es dueña de la tienda online “Moli Store”. Desde ahí se dedica a vender ropas mediante el servicio de delivery. Ella además está en el 2do año de Artes Visuales y gracias a eso también pinta algunas remeras que vende con diseños bien purete.

A ella le gusta llevar una vida saludable y por eso lleva como un estilo de vida comer bien e ir al gimnasio periódicamente. Mónica contó que viaja cada tanto a Buenos Aires, que es donde hace su tratamiento y donde se operó hace unos años. “Todavía no estoy de alta, me voy a controlar cada tanto. Ahora por la pandemia no pude viajar, estoy a la espera”, finalizó.

EMPATÍA

Mónica además practica a diario la empatía, no solo con quienes tienen algún tipo de discapacidad, sino también con personas que no están en esa situación, pero que sí reciben discriminación por otras cosas. No son pocos los que se comunican con ella por medio de mensajes a través de sus redes sociales.
“Muchos me suelen escribir para pedirme consejos y para agradecerme por dar mi testimonio. Dicen que como yo me atrevo a mostrarme sin miedo. Se sienten muy motivados”, expresó.

Gracias a su familia superó la discriminación

“Muchas veces fui discriminada por no tener un ojo. Eso pasaba y sigue pasando cuando voy a comprar algo. Algunos me decían pirata, otros murmuraban entre ellos y se reían, hacían chistes con el famoso ‘humor negro’ que muchos practican. También me tocó ver gente que se me acercaba por simple curiosidad para saber qué me pasó y esas cosas”, relató la joven.

En su casa y en el colegio los escenarios eran totalmente diferentes. “Mis hermanos y mis padres fueron mi mayor pilar y gracias a ellos no me duele lo que dice la gente. Mi autoestima está bien. También mis compañeros de colegio eran los que más me apoyaban y creo que todo eso colaboró a que yo me sienta más segura y más fuerte”, finalizó.